Desde los 90, las reformas económicas han sido y son muy mal concebidas y peor ejecutadas por los Gobiernos, el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.), el Banco Mundial (B.M.) y Universidades asociadas. Seis graves fallos tuvo el “Neo-liberalismo”; y de Liberalismo poco y nada:

— El Estado no redujo drásticamente sus funciones. No conforme con su rol de diputado o senador, juez, policía y soldado, diplomático y contratista de obras públicas, quiso el gobernante seguir de maestro y educador, médico, odontólogo y bioanalista, promotor deportivo, científico, artístico y cultural etc.; y ductor general de la sociedad. Y en lo económico apenas admitió cambiar en algunos casos su papel de propietario de empresas por el de gerente y director general.

— En consecuencia los Gobiernos no aceptaron reducir las competencias, poderes y prerrogativas, ni su tamaño o presupuesto. Ni la cuantía de su personal.

— Tampoco se redujo el gasto estatal, ni cesó el endeudamiento público. Por ende, las privatizaciones fueron fiscalistas y capitalizaron a los Gobiernos. Exigieron altos precios, sólo al alcance de grandes complejos empresariales y enormes consorcios internacionales apalancados por grandes Bancos. Y después los privatizados trataron de recuperar sus multimillonarias inversiones con elevadas tarifas y precios para sus usuarios y consumidores, que estaban tan pobres como antes o más.

— El obsoleto impuesto inflacionario fue parcialmente reemplazado por el IVA y otros tributos, y los aranceles fueron sustituidos por los derechos antidumping, pero la presión tributaria no se redujo, al contrario.

— Y también la presión reglamentaria subió: los monopolios estatales fueron privatizados sin dejar de ser monopolios, y encuadrados en los reglamentos en vez de ser sometidos a la dura pero justa dictadura de la libre competencia. Según la nueva “ortodoxia” económica a la moda, los controles de precios fueron reemplazados por las leyes proconsumidor y “pro competencia.” Y según la nueva “política correcta” se introdujeron costosos reglamentos ecoambientalistas, y laborales y sociales: de “género,” de la niñez y adolescencia, indígenas, discapacitados, etc. Pronto las burocracias se extendieron a toda la economía y a la vida nacional entera, impidiendo a las iniciativas individuales expresar su creatividad y fructificar.

— El viejo modelo cepalista de sacrificio de la exportación en aras del mercado interno se cambió por el opuesto: sacrificio del mercado interno en pro de la exportación, pero siempre con el Estado en la planificación central. Sólo cambiaron sus objetivos y modalidades, y los sectores protegidos, pero no el Proteccionismo.

En resumen, los cambios fueron pocos, mal orientados, muy alejados del libre mercado. No idóneos e insuficientes. Más que Neoliberalismo eso fue más bien neo Mercantilismo. ¿Beneficiarios? Los privilegiados. El resto siguió pobre. Y los mismos fallos persisten en las actuales políticas.

En esto hay mucha confusión terminológica, porque para disfrazar las realidades que les son adversas y evadir su responsabilidad, los Gobiernos confunden el lenguaje de muchas maneras. Una de ellas: El Colectivismo semántico. Dicen “Francia decidió” o bien “así hacen los coreanos” cuando se refieren a los Gobiernos francés o coreano. Es un verdadero fraude gramatical.

Así en una “Cumbre” reciente declaró un Presidente latinoamericano: “los países ricos deben aumentar su ayuda a los países pobres.” Lo que dijo fue que sus Gobiernos deben transferir más dinero de sus contribuyentes a los Gobiernos de los demás países y sus clientelas políticas.

Para ocultar los fracasos, ahora los estatistas dicen: “Es que no hay gobernabilidad.” ¿Y qué entienden con ese término? Al parecer, la para ellos deseable condición por la cual todos los ciudadanos obedecen sin chistar todas las órdenes y decretos de los Gobiernos. Pues sepan que es imposible.

Aclárate. Publicado: 10-OCT-2009.

Mansueti es Abogado y Licenciado en Ciencia Política.