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Cumplir con orgullo la misión

Por GB(r) RAFAEL EDUARDO HUNG DÍAZ

Para que conozcan algo sobre aquel cuatro de febrero de 1992

En varias oportunidades el Vicealmirante Mario Iván Carratú Molina ha pretendido involucrar y desprestigiar a Miembros de La Casa Militar del Presidente Carlos Andrés Pérez con presuntas vinculaciones con el movimiento insurgente del cuatro de febrero de 1992.

En esta oportunidad, en el 2010, menciona nuevamente a mi persona y otros oficiales edecanes con el tema de que conocíamos y actuábamos en pro de dicha conspiración, además asegura que he tenido o tengo cargos gubernamentales.

En mi defensa y en defensa de los Miembros de dicha Casa Militar quiero desmentir tales acusaciones y condenar la falta de respeto y de consideración de este almirante que con su actitud egoísta y subestimadora para quienes fueron sus subalternos busca deslumbrar y se autoseñala como el máximo salvador de aquella aberrante madrugada.

Deseo señalar que es verdad, que la misión principal de la casa militar es la de velar por la seguridad física del Presidente de la República y de sus familiares y, al caso me refiero, el Presidente tenía para ese entonces ocho edecanes, oficiales de entre los mejores de cada Fuerza, con buen entrenamiento para custodiar al Jefe de Estado, y con muy buen discernimiento para la toma apropiada de decisiones. Nada tenía entonces que hacer el almirante Carratú saliendo con el Presidente del Palacio de Miraflores apenas se iniciaban las primeras ráfagas y los primeros disparos de 90 milímetros.

Nuestros principios de mando obliga a mantenernos dando el ejemplo y ejerciendo siempre el liderazgo, y en términos navales el capitán del buque es el último en saltar al mar. La Casa Militar practicamente con sus tres unidades nivel táctico y el batallón de apoyo, solo le falta apoyo de fuego para convertirse en una gran unidad de combate, son más de 1000 hombres que requieren comando y control. Esa aciaga noche quedábamos al frente y en defensa de la sede del Gobierno Nacional. Y en menos de tres horas controlábamos completamente la situación, previniendo al Gral. Oviedo que se aproximaba por la avenida Urdaneta dirección este a oeste para que no interviniera con el Batallón Bolívar y otras unidades de la tercera división, ya que todo estaba bajo control ya que podía convertirse en una nueva tragedia. Cumplíamos con nuestro deber con saldo y sacrificio de 35 bajas y más de 115 heridos.

¿Puede entonces caber como señalamiento que estos hombres a mi mando eran complices del golpe? Se és o no se és, quiero decir con esto que, en los precisos momentos cuando está en pleno juego nuestra vida no se puede estar jugando al soldadito. Si hubiese habido Golpistas en la Casa Militar, al momento de iniciarse la contienda se hubiesen sumado cada quien a su grupo de preferencia por cuanto ya las cartas estaban echadas, y la sorpresa era tal que en la primera media hora de la fragua las tropas asaltantes tenían casi toda la superioridad ya que dominaban las principales puertas y accesos.

Pudieron entonces esos tales golpistas de la casa militar, incluyéndome haber aprovechado la mejor instancia para someter al Presidente o habernos sumado a las armas que accionaban a diestra y siniestra. Pero no sucedió así, fuimos leales, nos armamos de valor entre la gran confusión y el pánico, coordinamos como pudimos, despojamos a los insurgentes de las principales vías, tomamos las azoteas de los edificios del palacio de miraflores, palacio blanco y administrativo, hicimos que los tanquistas abandonaran los dragones y finalmente los arrinconamos a todos ellos detrás del helipuerto.

Se salvaba entonces la sede del gobierno. Alguien se ha preguntado ¿qué destino hubiese tomado el país ese cuatro de febrero si la sede del gobierno hubiese caído en manos de los golpistas? ¿Qué hubiese pasado con un presidente vivo y salvo, pero sin palacio de gobierno?

Fue muy fácil después de todos aquellos hechos lamentables y sangrientos entre hermanos, regresar con el uniforme blanco y sin una mancha de sangre, sin que quedara en su mente ese nefasto recuerdo de jóvenes destrozados por las balas, el clamor y gritos de dolor de heridos con los brazos desprendidos, del charco de sangre al frente de la antesala del despacho presidencial. Pesadilla que una y otra vez nos despierta como si estuviera ocurriendo. Que fácil verdad, si el almirante Carratú tuviera un poco de agradecimiento y limitara su yoismo, debería cada cuatro de febrero enviar cartas de renovada condolencia a las 35 familias de los héroes fallecidos y brindar un apoyo, aunque sea con un apretón de mano a los que recibieron heridas y hasta quedaron inútiles. Tal como el Teniente (GN) Cadenas, quien perdió de un balazo de fal el miembro y los testículos a escasos días de haber contraído matrimonio.

Al contrario de ser golpistas o colaboradores fuimos y somos Gente Proba, de alto sentido del deber, de mística, compañeros a toda prueba, verdaderos Guardias de Honor y, lo volvimos a demostrar nueve meses después aquel 27 de noviembre, que eramos practicamente el mismo equipo del cuatro de febrero, menos el almirante Carratú. Nos demolieron a bombas de 100 y 200 libras más de 2000 m2 de techos y paredes pulverizados, dos pisos completos quemados por cohetes, el casino de tropa, el taller y más de 30 vehículos destruidos, Nos mantuvimos en pie con la gran diferencia que a pesar de todo nos habíamos preparado y el liderazgo se hizo sentir, sólo tres muertos (mano asesina de Eliezer Otaiza) y apenas dos heridos por efectos de la onda explosiva de las bombas de aviación.

Qué bríos tiene el almirante Carratú de mencionarnos como traidores y que grande le queda también decir que mi persona tiene o tuvo relaciones laborales con el gobierno. Mi honestidad la he puesto a prueba en todos y cada uno de los cargos por donde pasé, para cada uno tengo mi finiquito de la antigua contraloría de la República. A esta fecha me he desenvuelto en el mundo privado, no he tenido que estar mendingando cargos, ni haciendo reverencias al gobierno. Trabajo día a día y hasta los fines de semana para vivir lo mejor que pueda. Por eso no permito que este almirante diga que mi dignidad es tan baja que habiendo pasado por tantas vicisitudes ahora les esté trabajando para quienes derramaron tanta sangre inocente y causaron tantas conmociones en hogares venezolanos.

Nunca había resumidos los hechos de cuatro de febrero y el 27 de noviembre pero me ha movido mi interior el hecho de que alguien a quien le brindé lealtad, aprecio, amistad se dedique a menospreciar nuestras ofrendas, en lugar de exaltar las acciones valiosas y los sacrificios de sus otrora subalternos que mantuvieron en esos días el sistema democrático, destacándose como valiosos soldados y mejor todavía ciudadanos ejemplares.

Desde aquí y desde siempre gracias compañeros por haber respondido mi llamado a combatir con firmeza y a cumplir con orgullo la Misión que teníamos para ese entonces, gracias por su entereza y por sus aguerridos corazones, gracias por haberle dado a Venezuela un mañana despejado y con esperanzas. Le pido al Todopoderoso que les proteja y les permita ir al más allá de nuestras vidas con la frente en alto y muy orgullosos de haber pertenecido a la Casa Militar del año 1992.

Aclárate. Publicado: 05-FEB-2010.

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