Más grande. | Más pequeño. | Haga clic aquí para escuchar este artículo.

Planeta azul (no verde)

Por GABRIEL CALZADA ÁLVAREZ

En éste su último libro, Planeta azul (no verde), Václav Klaus demuestra que la condición de político — es el presidente de la República Checa — no necesariamente implica ser políticamente correcto. Él, desde luego, no lo es. Esta pequeña obra de apenas 136 páginas constituye una fundamentada y apasionada defensa de la libertad individual frente a lo que Klaus considera "la ideología antiliberal más importante": El Ecologismo. A su juicio, el mayor peligro que enfrenta la especie humana es, sin lugar a dudas, el movimiento ecologista, que ha puesto grilletes verdes a la libertad y la prosperidad de nuestro planeta.

En apariencia, estamos ante una amena y breve refutación de las falacias que esa "ideología antihumana" difunde acerca de la ciencia, la economía y la política del calentamiento global. Pero en realidad va mucho más allá: en sus páginas el lector encontrará una sólida demolición del ideario ecologista.

El presidente checo comienza explicando que el problema del calentamiento — hilo conductor de sus reflexiones en esta obra — atañe más a las ciencias sociales que a las naturales, porque "trata más del ser humano y de su libertad que de las oscilaciones de unas décimas de grado en las temperaturas medias." El problema es que los enemigos de la libertad han encontrado en el movimiento ecologista su tabla de salvación tras el naufragio del socialismo, y en el cambio climático su mejor campaña de captación de adeptos. Lo fundamental para este movimiento es, advierte Kalus, "suscitar una sensación de amenaza, augurar un peligro de magnitudes imprevisibles, conminar a una intervención urgente". Por eso Klaus no tiene reparos en afirmar que hoy en día "la mayor fuente de peligro para la libertad, la democracia, la economía de mercado y la prosperidad (…) ha dejado de ser el Socialismo, y ha pasado a serlo la ideología ambiciosa, arrogante y sin escrúpulos de un movimiento político (…) ecologista que poco tiene que ver con la naturaleza."

A juicio del jefe del Estado checo, que experimentó en primera persona el grado de coacción y anulación de la libertad individual que el socialismo real desplegó tras el Telón de Acero, "la actitud de los ecologistas ante la naturaleza es análoga a la actitud marxista respecto de las leyes económicas." Desde las profecías sin fundamento científico hasta la autodesignación de los verdes como redentores de la humanidad, pasando por la promesa del paraíso terrenal, todo cuadra en su analogía. A pesar de las diversas similitudes entre el comunismo y el ecologismo, Klaus apunta la relación entre y el origen común de los movimientos ecologista y fascista.

La cuestión de fondo es que ni los socialistas, ni los nacionalsocialistas ni los ecologistas entienden al individuo ni creen en él, ni en el resultado de sus acciones en un marco de instituciones concebidas para hacer respetar la propiedad privada. En este punto, Klaus destaca la importancia de las enseñanzas del gran economista de la Escuela Austriaca Ludwig von Mises sobre la acción humana.

Una vez expuesto el marco del problema, nuestro autor pasa a explicar "el irremplazable papel" de los precios en el libre mercado. Su pedagógica línea argumental incide en que sin seres humanos no hay recursos, en que sin libertad no hay precios, en que sin precios no podemos saber nada de la escasez relativa de los recursos, y que sin este conocimiento fundamental no podemos proteger el medio ambiente. Sin embargo, los ecologistas no entienden (o no quieren entender) el funcionamiento y la importancia sistema de precios libres.

En menos de cinco páginas, Klaus lleva a cabo una elegante demolición de las viejas falacias del Club de Roma. Su lógica es implacable, y quienes estén familiarizados con el debate sobre los recursos en los años 70 creerán estar reviviendo la batalla de ideas que tuvo lugar entre Julian Simon y Paul Ehrlich, de la que, además, se nos hace un brevísimo resumen.

El entendimiento del proceso por el que surgen los precios libres en el mercado hace que cualquiera se convenza de que la libertad es condición necesaria para la transformación y el progreso, y sólo la "fatal arrogancia" del movimiento ecologista — que Klaus denuncia con términos propios de Friedrich Hayek — puede explicar que quienes dicen defender la naturaleza estén en contra del libre mercado y la libre formación de los precios.

Por otro lado, Václav Klaus mantiene que no existe tal cosa como un deber de pensar en los que vienen detrás. Hubiese sido estúpido que lo hubieran hecho en épocas pasadas, y sigue siendo una solemne tontería que lo hagamos ahora. Lo importante es que fomentemos la libertad y el progreso, pues con ellos vienen el desarrollo tecnológico y el gusto por bienes más limpios. Pero para que eso ocurra hay que progresar, y lo último que deben hacer los países pobres es hacer caso a las medidas ecologistas que limitan el crecimiento económico. Son la riqueza y el desarrollo nuestros mejores aliados a la hora de solucionar los problemas medioambientales. Sería un sinsentido socavarlos en nombre del medio ambiente.

Klaus obsequia a los aficionados al estudio de la gran herramienta de intervención económica moderna, el Protocolo de Kioto, con una sencilla y efectiva crítica al Informe Stern. Todo el engranaje de estos mecanismos "totalmente artificiales" giran en torno a dos falacias que el autor desenmascara: la comparación de utilidades entre distintas personas y el uso de una preferencia temporal cercana a cero para engordar los efectos del calentamiento y reducir los costes de planes políticos como el de Kioto. Para el presidente checo está claro que los ecologistas no han pasado por la revolución marginalista que convirtió la economía en una ciencia ni han leído El uso del conocimiento en la sociedad, de Hayek.

Otro tema interesante que se desarrolla en este libro es el del principio de precaución, que fue el soporte inicial del Protocolo de Kioto. La gran mentira de quienes defienden este principio pasa por hacer creer a la gente que actuar o desarrollar una actividad tiene un coste, pero que la prohibición de la misma no. Sin embargo, como ejemplifica el caso de los millones de personas que mueren de malaria, prohibir una actividad como la producción de un pesticida no sólo previene contra el hipotético daño que éste puede causar, sino que genera un problema real que se traduce en millones de muertos. Por eso Klaus defiende el uso prudente del análisis coste-beneficios en vez del principio de precaución.

Frente al cambio climático, Klaus defiende que no debemos hacer nada especial. Frente al ideario del movimiento ecologista, lo que necesitamos es explicar la importancia de la libertad individual para lograr que "fluya espontáneamente el desarrollo humano."

En este debate acerca de la libertad, lo que hay que tener claro es que "sin el mercado, los precios, la propiedad privada y el beneficio no puede darse un trato correcto al ser humano, pero tampoco a la naturaleza."

Aclárate. Publicado: 16-MAR-2010.

Calzada Álvarez es doctor en Economía y presidente del Instituto Juan de Mariana.

PrincipalMisiónArtículosRespuestasAcláraTV net