La delincuencia sigue desangrando a Venezuela
Por ZENAIR BRITO CABALLERO
El tema de la delincuencia y la inseguridad nacional es ahora de primer orden y viene siéndolo desde hace ya años. No se agotan las críticas y las diferentes posiciones de nuestros analistas político-sociales, formadores de opinión, intelectuales, y por supuesto, los medios mismos de comunicación.
Hay diversidad de enfoques y mucha amplitud en las propuestas, y estas van, desde las que se refugian en una casi abstracción de pensar que todo se resuelve recuperando y retornando al delincuente a la sociedad sin que sea necesario reprimirlo, hasta aquellos que se aferran al castigo, a la mano dura, al encarcelamiento, a la represión en sus formas más crudas. Aunque se intenta esclarecer cuáles son las causas de este fenómeno tan negativo para el país, èstas, en el fondo, continúan ignoradas.
Hay que considerar que de esta conducta delictiva, quienes más participan son los jóvenes. Esto es una realidad, una lamentable realidad. Los jóvenes aparecen como los actores o agentes principales en el actuar delincuencial e incluso los niños van apareciendo ya en él en alguna magnitud.
¿Porqué nuestra juventud ha sido arrastrada por esa avalancha que los lleva al mal actuar? ¿Qué los ha orientado hacia ello? Esta es una pregunta que debemos hacernos todos los días, pues si bien como digo son ellos los agentes o los actores en el proceso, probablemente sean otros los autores. En esta conducta de nuestra juventud se advierten dejos de una visión existencial de la vida. Estamos en un período que pudiera ser parte del adoctrinamiento ideológico y estas actitudes humanas propias de las sociedades en crisis, siempre conllevan un tono fuertemente existencial. Hay, en la conducta de los jóvenes nuestros, un fuerte rasgo existencial, que los hace propicios a ser manejados por intereses ocultos.
Nuestro joven busca la existencia y no la vida, busca lo inmediato, lo perentorio, no piensa en el futuro porque siente que su tiempo se termina rápidamente; por ello, más que vivir, quiere existir, más que ser, quiere tener. Es la actitud humana ante el rechazo del mundo que se les ha dejado, teñido de desesperanza y de desilusión.
Hay oposición a todo sistema inducido de pensamiento, hay una actitud contestataria, un rechazo a toda propuesta externa de vida y de convivencia social. No admiten lo racional, lo sistemático y adoptan irse haciendo a base de decisiones, lo cual impide definir de una vez por todas su norma de conducta. No desean las explicaciones acabadas de la realidad y del pensamiento. Estos climas culturales se han manifestado insistentemente en las épocas de crisis.
Los hombres están ahí, arrojados al mundo, abandonados a un determinismo. No hay garantía de nada. Es una especie de afirmación teórica del decadentismo, que exalta la crisis de valores y de identidad en una época determinada y concreta. Aun y dentro de un ambiente tan saturado de pesimismo, la filosofía existencialista produjo sistemas y pensadores de altísima calidad, de gran profundidad, de difícil contenido.
Dentro de la amplia gama de pensamientos y de posiciones que hubo en ellos, todos participaron de su gran principio general: La existencia precede a la esencia. No niegan, en ningún momento, la esencia; simplemente sostienen que a esta le precede la existencia. Lo central es existir, y existir no lleva nada dentro de sí, no tiene interior, su interior es su exterior, es un continuo escaparse de los determinismos.
Lo concreto es, pues, existir. La corriente existencialista se dio originalmente en Europa, en Alemania, Francia, Italia, España. De ella fueron parte grandes filósofos como Kierkegaard, Heidegger, Jaspers, Reiner, Blondel, Marcel, Sartre, Merleau-Ponty, Camus, Simone de Beauvoir, Lavalle, Berdiaieff, Chestov, Abagnano, Unamuno, e incluso, de alguna manera, Ortega y Gasset. Surgieron como respuesta y oposición a un sistema que había llevado al hombre a la muerte, y rechazaron así que se les impusieran nuevos sistemas.
En los Estados Unidos de Norteamérica, el existencialismo se desnaturalizó, se hizo laxo en sobremanera, se relajó, y se volvió una actitud superficial, vacía, oscura, e incluso sospechosa. Los movimientos hippies trataron de simularse existencialistas, pero en el fondo no eran nada de eso. Sus grandes íconos, los Beatles, los Rolling Stones y otros, fueron falsas expresiones de un sistema humano real de conducta. Lamentable.
Nuestros jóvenes probablemente sean una expresión de ese tipo, de una actitud de rechazo, no creen en el sistema que les hemos heredado, y buscan una salida rápida. Asumen y se deciden entonces, entre la utopía de vivir y la realidad de existir, por esta última.
Un joven venezolano de 25 años vivió otro sistema de gobierno democrático; uno de 30 lo sintió en el trauma de sus padres que llegaron de la postguerra; nuestros escolares han recogido sus efectos, nada positivos, nada estimulantes: la familia desintegrada, poca esperanza para la superación personal, resistencia del sistema al propio desarrollo, el desempleo, la persecución, gobiernos corruptos, insensibles, llenos de avaricia.
¿Cómo responden entonces? Es posible que nosotros, que construimos esta sociedad, seamos en buena parte culpables de este estado lamentable de cosas bajo el cual vivimos. Nuestros jóvenes son unos verdaderos existencialistas, (y no hablo aquí de los que delinquen sino de la inmensa mayoría que no lo hace). Probablemente no sistematicen su pensamiento en obras, pero que prefieren existir a vivir, a mí, al menos, me parece claro. Nos están rechazando. Eso es todo.
Bien decía Soren Kierkegaard, ese gran filósofo danés considerado por muchos como el padre del existencialismo, que la angustia, (una de las grandes categorías existenciales, que él desarrolló mucho), es un carácter típico y propio de la vida, que se manifiesta en dos vertientes: la “necesidad” de vivir, y el afán de no ser, esto es, el ser y la nada. La angustia viene a ser, así, la realidad de la libertad como posibilidad antes de la posibilidad.
Aclárate. Publicado: 19-MAY-2010.
Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.