Cabeza de turco
Por LUIS MARÍN
La pregunta inmediata ante el incidente de la “flotilla de la libertad” frente a las costas de Israel es, tratándose de una provocación evidente: ¿Cómo es posible que funcione? Ciertamente, hace falta un enorme esfuerzo para ignorar los hechos y tomar un camino tan interesado que sólo el adoctrinamiento ideológico permitiría explicar.
Lo que da miedo es que haya funcionarios en organismos internacionales prestos para actuar tan pronto como sus propios agentes creen un incidente en un lugar premeditado, promuevan manifestaciones aquí y allá, medios de comunicación que las magnifican, acompañados por jefes de gobierno de los mismos partidos (socialistas, islámicos) y listo: La mesa está servida para que en 24 horas haya una Resolución con apariencia de legalidad, con suficiente rapidez de prestidigitador para que no haya tiempo de aclarar nada ante el hecho cumplido, ni siquiera darse cuenta de ciertos detalles grotescos, como un concierto de “la Orquesta Roja.”
Lo primero es lo más obvio, de dónde viene la flotilla, quien la financia, quienes la integran. Se sabe que es patrocinada por una organización supuestamente humanitaria identificada como IHH por sus siglas en inglés, vinculada a los Hermanos Musulmanes en Egipto, a Hezbolá en Líbano y Hammas en la Franja de Gaza. Todas identificadas como organizaciones terroristas a nivel internacional y todas patrocinadas por Irán.
El barco insignia de la flotilla, Mavi Marmara, resulta chocante apenas se menciona. El azul Mármara es el mar interior de Turquía, entre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos, comunica al Mar Negro con el Mar Egeo y separa a la parte asiática de la parte europea de Turquía, está presidido por la ciudad de Bizancio o Constantinopla, es decir, el alma de la nación.
Por cierto (pero esto es sólo una casualidad), un abordaje al Mavi Marmara como que podría herir los más íntimos sentimientos nacionales turcos; pero esto es sólo una casualidad, no se debe atribuir para nada a la planificación de los “pacifistas,” so pena de caer en una “teoría de la conspiración” poco creíble.
El gobierno turco, con el voto unánime del legislativo, en perfecta consonancia con las corrientes dominantes de su opinión pública amenaza a Israel con tambores de guerra en virtud del conflicto desatado por “el ataque israelí” a un barco turco, no por nada que haya hecho el barco turco para ser atacado. Y este es otro punto sobresaliente. La administración turca no hizo absolutamente nada para impedir que esa expedición se llevara a cabo, al contrario, le expidió una suerte de certificado de buena conducta para que no despertara ninguna suspicacia respecto del cargamento que transportaba.
El hecho de que se dirigieran a una zona de conflicto, de que terciaran a favor de una de las partes y tuvieran el propósito manifiesto de romper un “bloqueo naval” declarado por la otra parte en el conflicto, no entra dentro de sus consideraciones.
El punto final es preguntarse qué pretende el gobierno turco con esta conducta, si se piensa que las políticas de los estados corresponden a alguna estrategia nacional. Dentro de lo que un occidental pueda atisbar sobre lo que pasa en una cabeza turca, se podría especular que existen en ese país fuertes corrientes fundamentalistas islámicas.
Que el gobierno, incapaz de salirles al paso, prefiere alinearse con ellas “robándoles banderas”, para lo que no le conviene que se le muestra asociado de ningún modo con el Estado de Israel, de manera que si la enemistad no existe, bien vale crearla.
Así, todos se lamentan de la barbarie del ataque israelita contra civiles turcos inocentes, nadie explica qué hacían esos civiles turcos inocentes en una zona de álgido conflicto, ni qué tienen que ver con los palestinos, si fuera el caso, ni por qué tienen que ser precisamente ellos los que salven a la humanidad del judaísmo.
Lo realmente malo es que esto coincida con el asesinato del obispo católico, con los recientes incendios de sinagogas e iglesias cristianas y la voladura de embajadas, hechos todos cometidos por musulmanes, sin que se produzca la menor manifestación en las grandes capitales europeas, ni que exista ningún plan de defensa frente a la marea persa.
De siempre ha sido que Europa es la peor enemiga de sí misma.
España en el corazón
El antisemitismo es para España una política de unidad nacional, quizás la única que pueden esbozar los socialistas contando con el apoyo inmediato y seguro de la derecha histórica. Lastimosamente, quizás esto sea cierto desde sus mismos orígenes como nación, con la expulsión de los judíos en 1492 por los reyes católicos y la tenebrosa impronta de la Santa Inquisición.
Lo que sí resulta sorprendente es que esta animadversión sea tan poderosa que llega incluso a superar la que también deberían sentir contra los moros, porque al fin y al cabo, fueron ellos los que dominaron la península ibérica por medio milenio y contra quienes libraron la guerra de reconquista; por lo que con más razón deberían ser blanco de resentimientos y la contrafigura en la formación del carácter nacional español. Al fin y al cabo, los judíos siempre fueron víctimas y salvo en la imaginación nunca le hicieron ningún daño a los españoles, sino al contrario, han dejado una enorme herencia cultural desde antes que, en el siglo XIII, Moshé de León escribiera, en el corazón de Castilla, El libro del Esplendor (El Zohar).
No podían faltar en la flotilla de la libertad al menos tres españoles, uno de ellos, David Segarra, agente de Telesur, mejor conocida como Telefarc, órgano oficial de las FARC, esa otra organización pacifista colombiana. Lo extraño de estos españoles es que forman parte de una supuesta ONG “Asociación Cultural, Paz y Solidaridad Haydee Santamaría”.
Que se sepa, Haydee Santamaría fue una guerrillera cubana, con larga trayectoria que va desde el Asalto al Cuartel Moncada, en 1952, hasta el triunfo de la revolución, en que se convierte en Ministro de Educación de Castro. Fundadora del Partido Unido de la Revolución Cubana, del Partido Comunista de Cuba, de la Organización Latinoamericana de Solidaridad (precursora del Foro de Sao Paulo) entre otras organizaciones, incluyendo el Movimiento 26 de julio de Fidel Castro, se le conoce por presidente vitalicia de La Casa de Las Américas, frente cultural de la revolución comunista.
¿Ésta es la musa inspiradora de una organización pacifista española? ¿No es la “lucha armada” la doctrina de Castro?
El caso de David Segarra, es ilustrativo. No es periodista, ni corresponsal, ni estudió cine o comunicación social en ninguna universidad, según sus propias palabras; pero originario de Valencia, España, vive en el barrio El Guarataro, de la parroquia San Juan, en Caracas. Trabaja para Ávila TV, VTV, hace documentales financiados por Vive TV y ahora funge de corresponsal de guerra. Bajo esta condición ha recorrido Colombia (no se sabe si con visado del gobierno de ese país) y ejerce en la Franja de Gaza.
Lo más curioso es la actitud de los padres de este “ciudadano del mundo.” Se muestran ante las cámaras de televisión española profundamente angustiados por su suerte en manos de un estado genocida como Israel, sin asomar ninguna explicación de por qué se fue a meter ahí, al alcance de esas garras asesinas. A la pregunta de si sabían de sus intenciones, no sólo contestan que sí, sino que están plenamente conscientes del peligro que corría.
Cristina Soler asusta por la vehemencia con que pide la expulsión del embajador de Israel de España y del cónsul de Valencia, porque Cataluña no puede mantener relaciones con estados asesinos y sigue sin explicar por qué su hijo fue a meterse allá, con su autorización, soporte económico y moral. Lo más desconcertante es que para entonces su hijo mantiene una actitud desafiante ante ese Estado que desconoce los derechos humanos y está pensando si firmar o no una carta de deportación, porque hacerlo sería algo así como reconocer que Israel existe, que tiene autoridades legítimas, dignas de algún acatamiento.
Por fin, Cristina Soler revela que su hijo tiene su vida asegurada en Valencia, tanto como para no pasar nunca trabajo ni necesidades; pero hace estas cosas por ideales, por convicciones profundas. En verdad, no tiene ninguna obligación (ni derecho) para hacerlo. Qué espíritu aventurero. A los 33 años venirse a vivir con su amiga holandesa en un barrio de Caracas, ciudad donde matan a 50 personas cada fin de semana y a casi 200.000 en lo que va de revolución.
En este contexto, ¿qué podrá significar que Israel ha cometido un crimen despreciable, mundialmente repudiable, por este incidente armado en que resultaron nueve muertos, aún sin considerar que el incidente fue provocado por los mismos interesados?
El último rey de Escocia es una película filmada por un británico que ejercía el mismo exquisito inconformismo de este hijo pródigo de la Europa ahíta, pero en la Uganda de Idi Amin. No quiera Dios depararle a éste el mismo destino.
Malditos
Los mismos judíos se sienten consternados ante los crímenes de guerra israelitas y nadie en el mundo aprueba las políticas del Estado de Israel, aunque algunos aclaran con desgano que no son antisemitas, sino acaso antisionistas.
Resulta entonces obligatorio analizar cuáles son esos crímenes de guerra “judíos” y si tienen algo específico que los distinga de cualquier crimen de guerra cometido por cualquier otro estado, nación u organización armada. Con sorpresa se descubre que no hay tal cosa, un crimen de guerra es un delito, como matar a una persona es homicidio sin que a nadie se le ocurra hablar de homicidio judío, español o turco, según la nacionalidad de quien lo cometa.
Pero lo más sorprendente es constatar que las acciones armadas israelitas no son ni por asomo más destructivas o devastadoras que las cometidas por Rusia en Chechenia, por Estados Unidos, el Reino Unido y España en Irak, la OTAN en Afganistán y un largo etcétera, para no remontarnos a otras guerras de más ingrata recordación.
Veamos el raid de la OTAN sobre Serbia entre marzo y abril de 1999. Algo así como 38.000 incursiones aéreas sobre un territorio minúsculo, con el objetivo de destruir puentes, fábricas, estaciones de televisión, casas del partido, de paso alguna embajada china, escuelas y hospitales por lamentable error.
Serbia no estaba en guerra con ningún país de la Alianza sino consigo misma, ni amenazaba a ninguno de ellos, ni les lanzaba cohetes en forma indiscriminada, por lo que es difícil establecer cómo cupo esta acción dentro de la Carta Atlántica. Una acción punitiva para defender a los albanokosovares es como mínimo jurídicamente discutible, porque no eran ciudadanos de ellos ni de Albania sino de una Yugoslavia en disolución.
Pero bueno, esos son preciosismos jurídicos. La cuestión es que no han revelado cómo se las arreglaron para no matar ni herir a ningún civil y si lo hicieron, cómo es que no son criminales de guerra.
Javier Solana, jefe de la OTAN, no es culpable de nada, ninguna potencia tiene nada porqué responder, ni España, que fue de las más activas. Allí se estrenó la nueva Luftwaffe, que no había ensayado ningún bombardeo desde la Segunda Guerra Mundial.
España no comete crímenes de guerra, ni existen crímenes de guerra alemanes, el ejército turco jamás ha matado a nadie. De muy reciente data es su reconocimiento del genocidio de los armenios, ocurrido en la I Guerra Mundial, pero todavía no admiten el de los kurdos al norte del país. ¿Habrá alguna organización humanitaria como la IHH que organice una flotilla de la libertad para llevarle pertrechos al Ejército de Liberación del Kurdistán? ¿Cuál sería la reacción humanitaria de Turquía si esto ocurriera?
Pero no queremos parecer cínicos. El problema es real y la fantasía de los antisemitas aparece momentáneamente convertida en realidad: Los judíos repudiados por el mundo y completamente excluidos de él, despojados de toda conexión humana.
Felizmente, esto es una fantasía delirante. Israel existe y tiene un derecho inmanente a la defensa. Tiene relaciones con todo el mundo y no sólo con los judíos de la diáspora, sino con millones de hombres y mujeres que no tenemos acceso a la palestra de los diplomáticos o de los mass media pero que los observamos con creciente perplejidad.
Ellos, que dicen representar Estados ¿nos representan a nosotros? Un próximo gobierno venezolano no sólo debe restablecer relaciones fraternales con Israel, sino promulgar una legislación que prohíba toda propaganda antisemita y negacionista, como han hecho países de larga y dolorosa experiencia en la materia, Austria, Hungría y Polonia. Por supuesto que no podemos seguir a dictadores crueles que, como Hitler, se condenan a sí mismos y quieren condenar a sus pueblos maldiciendo a Israel.
O no está escrito: “Bendeciré a quienes te bendigan y maldeciré a quienes te maldigan” (Génesis, 12, 3).
Aclárate. Publicado: 04-JUN-2010.