Más grande. | Más pequeño.

Revolución en marcha: Con la tripa afuera

Por FUNICULI FUNICULA

En la casa natal del Libertador en Caracas, el primer salón fue decorado con unos murales del ilustre Tito Salas con escenas cronológicas del Descubrimiento y la Conquista española. En uno de los murales muestra la llegada de Cristóbal Colón siendo recibido por niños desnudos e indios semidesnudos. Ahora lo ambiguo de todo eso es que más de 500 años después los turistas europeos aún pueden llegar al país y encontrarse con escenas similares — niños desnudos deambulando por las calles, indigentes e indígenas semidesnudos pidiendo limosna también son comunes.

Escenas ambiguas porque despiertan sentimientos encontrados. Cualquiera bien pudiera ver de gran oportunidad el poder experimentar con cosas de una sociedad que en la práctica ha permanecido intacta por más de medio milenio.

Para otros las escenas también podrían originar hasta depresión cuando se piensa en que por el tesoro nacional sigue pasando tanto dinero, pero socialmente la mayoría de los venezolanos viven en condiciones cuaternarias.

Peor aún, con un Comunismo en puerta no vislumbran mejoras para ninguno de los venezolanos. Al contrario, la situación empeora con el pasar de las horas.

No es exageración si se piensa en que por las calles de un notorio pueblo bolivariano desde los 16 años de edad, deambula un muchacho a quien la violencia le arrebató a su familia durante el primer año de Revolución Bonita. Como la revolución de pacífica no tiene nada y mucho menos cuando se tiene que sobrevivir en la calle, la violencia tocó de nuevo la vida de ese muchacho cuando una bala le alcanzó el abdomen. Le llevaron al hospital de la localidad donde lo operaron, pero por falta de insumos no le suturaron la herida. A la mañana siguiente a la operación y literalmente con la tripa afuera, el muchacho vio una oportunidad. Dejó la cama del hospital.

Tuvo una buena visión (o más bien tiene un buen santo) porque a los 23 años de edad él continúa sobreviviendo en las calles. Al mostrar su tripa la gente le da limosnas. A pesar de que la gran mayoría le huyen con la excusa de que los iba a asaltar, algunos se sobreponen a la apariencia del muchacho y le dan la limosna porque se compadecen de él; otros se la dan para que vean que ellos dan limosna; y otros tantos se la dan para que se vaya con su pestilencia para otro lado, es decir le pagan para no ver ni oler la realidad. Como quiera que sea, es con ese oficio como él ha matado el hambre desde entonces.

Triste por aquellos quienes piensan que el "ojo que no ve corazón que no siente" los va a liberar de su pecado de omisión. Ya el venezolano común vive pegado a la botella o en alguna base militar viendo DirecTV para intentar escapar a la realidad. Algo imposible de hacer porque a la realidad nadie escapa. La realidad se enfrenta. Se confronta.

Aclárate. Publicado: 30-AGO-2006.

PrincipalArtículosRespuestasAcláraTV net