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Después del 26S

Por LUIS MARÍN

La celebrada intervención de la periodista de France Presse, además del teatro de siempre, exige una lectura que nadie quiere hacer: que aquí hubo una estafa electoral. El problema es que ella hace incomprensible el ambiente de celebración de los presuntos estafados.

Ciertamente es difícil de entender cómo es que obteniendo más votos se puede tener menos representantes, pero eso se podría explicar, dependiendo del sistema que se use para asignar los cargos; lo que sí es inexplicable es que las víctimas de la flagrante injusticia celebren con bombos y platillos su resonante victoria y otros enfaticen la derrota del régimen con expresiones paradójicas como “ganar perdiendo” o “perder ganando.”

Una vez más el problema es de interpretación del lenguaje. Así como antes nadie entendió lo que querían decir Rosales y su combo con “ganar y cobrar” y cada uno lo interpretó a su manera; ahora hay que ver quién gana y quien pierde y qué se gana y qué se pierde.

Bien vista la cosa, una chambita en dólares con inmunidades parlamentaria y diplomática al mismo tiempo y residencia fuera de este país infernal no está nada mal para, digamos, Timoteo Zambrano, cabecilla de todos los fracasos de la oposición en la última década, de los que él ha salido absolutamente indemne, como aquellos políticos “corcho” que si los hunden por un lado flotan por el otro.

O Alfonso Marquina, de quien decía extrañada Patricia Poleo que la había acompañado en un programa de radio, por allá en Maturín, el día y hora en que la Fiscalía General aseguraba que estaba en Panamá planeando el asesinato de Danilo Anderson y mientras ella ahora se encuentra en el exilio, él aparece muy fragante, recién bañado, como si nada, en un programa en Radio Caracas Televisión. Y si lo viera ahora como flamante diputado a la Asamblea Nacional. Todo un habilitado.

O Teodoro Petkoff, que además de tener una fracción en cada ministerio, instituto autónomo e institución pública en general, como las Universidades Autónomas, Experimentales o Católicas, incluyendo, por supuesto, al Consejo Nacional Electoral (CNE), donde tiene un representante personal, ahora va a disfrutar también de una fracción parlamentaria que va a bailar al ritmo que él les toque, más o menos como hace Chávez con los suyos, de manera que lo único que le falta es ser candidato único en el 2012, “si le aguantan las rodillas.”

Pero en la mejor fiesta nunca falta alguien que ponga la nota discordante, como esa cándida periodista de France Presse, que no sabe “de qué se trata la cosa”, que “ignora totalmente lo que aquí pasó”, “como si viviera en la luna,” ella no sabe “que estas elecciones están montadas en un método (…) que no tiene nada que ver con la sumatoria de los votos.”

Y eso que ella no cuestiona ese sistema blindado, inmune no sólo a triquiñuelas sino a cualquier observación, ni su mecánica incomprensible incluso para los técnicos, ni la impecabilidad de las cifras, aunque sean inverificables y nadie sepa de dónde salieron; su apreciación se refiere al aspecto externo, lo que resulta chocante a la vista, es completamente estética y sin embargo ya eso resulta “desestabilizador,” pasible de condena penal, como el tabú de la palabra “fraude."

Finalmente, esos ingenuos “humanistas” que ahora, después de todo un largo período parlamentario usurpando funciones, vienen a descubrir que existen maquinas electorales itinerantes, centros electorales ficticios, electores fantasmas, circunscripciones arbitrarias, poblaciones flotantes, localidades donde el número de inscritos para votar supera ampliamente a la población, inversión de resultados, migrados, multicedulados, ancianos centenarios, muertos ambulantes, cubanos, colombianos, ecuatorianos, etarras, islamistas y, por qué no decirlo, una participación sin precedentes en mesas electorales desiertas.

El verdadero milagro del CNE es que en Venezuela hay que hacer cola para todo, excepto para votar.

Aclárate. Publicado: 03-OCT-2010.

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