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Semana Santa época de reflexión

Por ZENAIR BRITO CABALLERO

Semana Santa, época de reflexión donde debemos indagarnos en un momento generoso de reflexión cuál es nuestro papel en la sociedad en que vivimos.

¿Somos buenos ciudadanos, buenos padres con todos los hijos e hijas? ¿Solidarios con nuestros prójimos y principalmente con los nuestros? O somos acaso del grupo de depredadores de la tierra, acumuladores de bienes, de las monedas de los más pobres para satisfacer nuestro ego. Ego sediento de caricias y de reconocimiento social que no alcanzan los protagonistas ni aún recogiéndose en las butacas de las plazas, craneando sedientos por una nueva posesión material en contra de la justicia del trato comercial y de la equidad.

Semana santa época de reflexión ciudadana y de notorias características religiosas, donde se escuchan desde el púlpito los oradores sagrados para recordar la semana de pasión de Jesucristo. Es la semana de los creyentes y la conversión de los tibios de corazón. La abjuración de los errores de los apóstatas. Es la hora del coloquio de Dios con el hombre. Abominable el hombre de doble faz, que prevarica de sus deberes con la sociedad civil.

Vamos a lo público, buscamos gobernantes probos que no se dejen tentar con el presupuesto del estado, la contratitis y la coima de las obras públicas. Que brille la justicia, jueces que se indignen ante el cohecho, que no permitan se propague la gavilla de los prevaricadores. Que se destierre la mentira y se asiente la verdad. Eres rico, acomodado o presumes lo uno y aparentas lo otro, ¿cuál es el sentido de solidaridad con los pobres de tu entorno? Desterrar la pestilencia de la intriga, que sea natural la responsabilidad de los periodistas. “Guardaos de los escribas que hacen gala de pasearse con vestidos rozagantes y de ser saludados en la plaza” “y de ocupar las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los comités.”

Merodean por nuestra memoria los recuerdos, de aquel lejano ayer, era la época de la Semana Santa, cuando el espíritu religioso, el ambiente de recogimiento impregnaban la fe del ambiente familiar barquisimetano, con nuestro padre y hermanos en la procesión del Nazareno de Cabudare herencia de nuestra familia española. Imbuidos de las preclaras enseñanzas formativas e ilustrativas del colegio de las monjas de San José de Tarbes. Esa era nuestra generación.

La llegada del domingo de ramos, con la compra de las palmas para salir a recibir a Jesucristo en su pollino. La bendición de los ramos a cargo del padre Franciscano Fray Padre Pedro de Pesquera en la iglesia de Altagracia. El desfile donde era más la alegría de revolotear con la palma sacudida. El hosanna, hosanna al hijo de David.

Como recreaba nuestra mente adolescente, el cuadro de Jesús de 12 años y los doctores de la ley en el templo. Hombres barbados y calvos de tanto pensar y soñar, con el rostro ceñudo, surcado de arrugas y sus capas de elocuente dignidad. (Lc 2:49).

El seguimiento del hombre que llevaba el cántaro de agua, donde Pedro y Juan, los apóstoles y pescadores, preparaban la cena pascual. Allí fue la escena del cáliz y del vino, del cuerpo y del pan. El pan en el simbolismo es el cuerpo de Cristo y el vino la sangre. Esa es la celebración de la Santa Misa como una renovación del sacrificio de la cruz. La última cena fue la primera misa celebrada por el mismo Cristo.

El beso de Judas, cuántos Judas no vemos en nuestras vidas. La falsedad y la hipocresía que se dan en la clase política, en el amor ingrato y desnaturalizado, en la sagacidad del negociante, en la mentira del vendedor, en la simulación cultural, en el abuso del poder para defraudar a los ciudadanos.

Cansados de pecar, de las lujurias, de la avaricia y la hipocresía, debemos encontrarnos con Jesús.

Aclárate. Publicado: 05-ABR-2009.

Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

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