Más grande. | Más pequeño.

Juan Bimba

Por NOEL VALDERRAMA

Salta sobre un pequeño muro y enseguida arranca a correr, visualiza una calle y la cruza como bola de fuego, varias sombras detrás de sí intentan alcanzarle, continúa su carrera ahora entre las veredas de su vecindario, temiendo que lo alcancen acelera su corrida sintiendo un gran dolor en las piernas, luego fatigado se detiene por algunos segundos para recobrar fuerzas.

Nuevamente, arranca a correr y vira en la oscura esquina, casi se cae al resbalar pero se recupera y continúa su corrida mientras azarosamente voltea para verificar si aún es perseguido por los delincuentes que desean robarle los zapatos y el reloj.

Indefenso en una vereda, cansado por la corrida y el corazón acelerado, se detiene un poco a tomar aire justo en el momento en que escucha un estruendoso sonido muy parecido a un disparo; una mordida en la espalda lo hace tambalear, comienza a sentir que se le van las fuerzas y una gota de sudor fría se desliza por la frente, baja por su mejilla y llega a hasta el cuello, con sus manos toca su pecho y las lleva frente así manchadas de sangre.

Mientras se desploma, sólo sostenido por la pared que aguardó ser testigo de su desgracia, ve con horror que las sombras de sus perseguidores se acercan lentamente riéndose a carcajadas, llenos de alcohol y drogas.

Poco a poco van despojándolo de las pertenencias anheladas mientras el joven se estira de dolor; zapatos, pantalón, cartera, camisa y reloj son retirados para poder venderlos mas tarde y poder comprar drogas.

Minutos después el joven es abandonado entre la basura, el silencio y el frío bajo su última noche en un cielo lleno de estrellas que pronto lo recibirá.

Siente que sus últimos alientos se aproximan, mientras piensa que sus padres y hermanos estarán en casa extrañándolo, tal vez preocupados por la tardanza.

También empieza a recordar sus primeros años, el preescolar, la escuela, sus amiguitos, su primer beso, los abuelos, el día en que aprendió a manejar bicicleta, cuando por primera vez flotó sobre el agua y aprendió a nadar, su primer gol, sus comidas favoritas, su novia, su deseo de convertirse en doctor.

En ese momento siente un agudo dolor en su pecho que le recorre la espalda, las piernas y llega hasta la cabeza.

Sabe que es el fin y entonces comienza a llorar, nunca se imaginó ese final, nunca sospechó que moriría entre las manos de unos malandros, nunca pensó que el futuro le sería robado de la manera mas vil.

Jamás presintió que la vida se le arrancaría por unos zapatos o que sus últimos respiros los daría en medio de la soledad y la tristeza.

Así los ojos del joven se contraen dando lugar a un grito silencioso que sólo es emanado por su propia alma llena de dolor elevándose hacia el cielo.

La última mirada queda grabada como foto en sus pupilas ya desaparecidas, es la imagen de las sombras delictivas alejándose una vez cometida la fechoría.

En casa, su madre y padre, sus dos hermanos y hermana, sus tíos y tías, su abuela y abuelo, sus amigos de bachillerato y su novia le esperan impacientes con la torta de cumpleaños y sus regalos.

Ese día, cumplía 18 años. Ingresaría a la morgue con su nombre escrito en una etiqueta colgada en su pie derecho: Juan Bimba. También formaría parte de esa enorme lista roja, rojita de 90.000 muertos en nuestro país entre 1998-2006.

Cortesía de El Tiempo. Publicado: 19-NOV-2006.

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