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La pérdida de vigencia del Imperialismo Capitalista y la Hegemonía Global

Por MIGUEL MÁRQUEZ

En los últimos dos siglos, la historia ha sido marcada por un concepto que ha acompañado al campo de las relaciones internacionales, bien por su constitución que por su modus agendi, el Imperialismo.

Este concepto ha tenido una connotación histórica que parte ya desde las civilizaciones antiguas, en particular modo de aquella grecorromana, la cual, mediante la obediencia al ius (Derecho) como dogma de vida, forjó el término imperium (imperio) como la potestad de la autoridad de legislar y ejercer su soberanía dentro de un espacio jurisdiccional determinado, dirigido a los pobladores que habitaran dicho espacio y a la condición jurídica que mantuvieran durante su vida dentro del mismo.

Durante muchos siglos, el concepto de imperium abarcó no sólo el elemento jurídico coercitivo y también coactivo, del ejercicio soberano de la autoridad dentro del espacio y hacia su población, sino que también abarcó otros dos elementos, siendo el segundo de ellos el expansionismo exterior del ejercicio soberano de la autoridad, lo cual ha conllevado a que el imperium adquiera una identidad conceptual más integral. Ya que, de manera redundante, no sólo extiende su mandato y su ley a un territorio y a una población determinada, sino que también les extiende las demás instituciones políticas, económicas y sociales propias de la autoridad gobernante.

Dichas instituciones del imperium, extendidas y mantenidas a lo largo del tiempo, sustituyen a las instituciones originales de la población subyugada al poder de la autoridad imperial, aún cuando mantenga ciertos elementos de su propia identidad original.

El tercer elemento es, consecuencia de los anteriores, la homogeneización de la identidad del sujeto a través de las instituciones ya mencionadas, entendiendo como sujeto a los pobladores del territorio subyugado por el imperium, lo cual termina dándole al concepto de imperio sus elementos existencia lesbásicos.

Luego Lenin agrega un cuarto elemento de carácter económico al imperium, el Rentismo colonialista, lo cual implicaba la extensión del ejercicio soberano de la autoridad imperial mediante “la exacerbación de la lucha por el reparto — espacial, político y económico — del mundo” (Lenin/1917; 47). Además de que señalaba al Imperialismo como fase particular, superior, del Capitalismo monopolista.

Vladimir I. LeninAhora bien, la concepción moderna de Imperialismo se detiene con Lenin, pero dicho concepto ha perdido su propia identidad, ya que sus elementos fundamentales se han disuelto a través del tiempo y mediante los acontecimientos históricos del siglo pasado y del siglo presente. Lenin ubicó en el Rentismo la esencia fundamental del Imperialismo, originando así el concepto de Estado-usurero, denominando así al Estado rentista, y la concepción de un mundo “dividido en un puñado de Estados-usureros y una gran mayoría de Estados deudores” (Lenin/1917; 66).

En lo que erraba Lenin, sin embargo, era el hecho de que mencionaba al Imperialismo como el preludio de la revolución socialista, ya que, por una parte, la Unión Soviética surgió no de un sistema capitalista, monopolista y rentista, sino que surgió de una Rusia zarista enmarcada prácticamente en un sistema económico y social mayoritariamente feudal, al igual que China, Corea del Norte, Vietnam. Por otra parte, muchos países que se configuraban como Estados deudores se constituyen ahora, también, como Estados-rentistas, si nos enfocamos en la tesis de Lenin enmarcada dentro del “Imperialismo: Fase superior del Capitalismo.”

Justamente, es este elemento, el Rentismo, el que se ha disuelto entre los países que conforman el sistema mundial, debido a que es posible observar algunos de ellos constituyéndose como Estados deudores, pero son al mismo tiempo acreedores de otros países, por lo que adquieren una característica de dualidad, identidad y función. Además de la identidad dual “rentista-deudor” que han adquirido todos los Estados entre mediados del Siglo XX y el principio del Siglo XXI, los mismos Estados, o al menos aquellos que se denominan comúnmente “potencias,” han presentado a lo largo del Siglo XX una serie de coyunturas históricas de carácter independentista dentro de las colonias que controlaban en distintas regiones del mundo, formando así el fenómeno histórico denominado Descolonización.

Dicho fenómeno histórico ha venido configurando y sigue haciéndolo, al orden actual del sistema mundial, debido a que las potencias mundiales y regionales pierden el ejercicio soberano de su autoridad imperial a favor de aquellos territorios que han obtenido la independencia o, como en el caso de Hong Kong en 1999, volvieron a formar parte de su Estado de origen.

Esto indicaría, siguiendo a la concepción de imperium ya descrita, que el concepto leninista de Imperialismo pierde aquel elemento constitutivo que lo caracteriza, la relación de Rentismo colonialista entre las potencias, o Estados rentistas, y los satélites o Estados deudores.

Por otra parte, en el presente siglo es posible observar que el sistema mundial ya no se caracteriza por presentar una serie de auctoritae (autoridades) centrales que ejercen poder soberano sobre otros territorios ajenos a sus dominios directos. Es decir, a sus dominios nacionales, sino que solo ejercen poder dentro de sus propias fronteras, mientras que aquellos territorios que anteriormente se constituían como satélites han adquirido, por suparte, el status y las capacidades de una auctoritas, siempre ejercida dentro de sus propias fronteras nacionales; esta situación suprime, en pocas palabras, al expansionismo de la autoridad como elemento fundamental del imperium.

Es necesario aclarar en este caso, sin embargo, que existen aún potencias cuyo ejercicio soberano de la autoridad se extiende a territorios satélites, pero recientemente dichos satélites han sido incorporados de manera definitiva a los territorios nacionales o, siempre citando a Hong Kong y al Canal de Panamá, han sido reincorporados a sus Estados de origen. Junto a esto es necesario hacer un énfasis puntual sobre la homogeneización de la identidad del sujeto, elemento característico del imperium que también ha perdido vigencia debido, principalmente, al hecho de que las comunicaciones entre las poblaciones de las distintas regiones del mundo se han incrementado y mezclado de tal forma que, ya observando la identidad cultural de cada Estado, es bastante difícil, aunque todavía no imposible, definir a los elementos característicos de la identidad nacional de los mismos.

Ello conlleva a que el sistema mundial no se configure bajo un conjunto de identidades culturales definidas que conllevaría al choque de las civilizaciones estudiado por Huntington, sino que se configura ahora como un sistema conformado por una cultura de alcance global pero muy heterogénea, no fijada en el sujeto mediante el ejercicio del poder homogenizador de las instituciones creadas por las auctoritae, sino fijadas mediante las necesidades y los deseos cada vez más abundantes y costosos, y cada vez menos satisfechos, que el mismo sujeto se ha creado durante los últimos 60 años.

Finalmente, la supresión de los elementos citados se suma al hecho de que se reemplaza en los siglos XX-XXI al imperium de las potencias sobre los satélites por el principio de la anarquía como principio organizador del mundo, originado por la ausencia de una auctoritas supranacional que ejerza control sobre el sistema y los Estados que lo conforman.

Junto con la disolución del concepto de Imperialismo, fuera en el ámbito general de la palabra que en su versión leninista (Imperialismo capitalista), observamos también la pérdida de la vigencia de otro concepto que tuvo su auge durante el Siglo XX, la Hegemonía Global. Quien hace mención sobre las limitaciones de la Hegemonía es John Mearsheimer en su obra La Tragedia de la Política de las Grandes Potencias, escrita en el 2001 y con la cual hace introducción a la teoría del Realismo Ofensivo dentro de la ciencia de las Relaciones Internacionales.

Si bien en el lenguaje coloquial suele dársele relación a los dos conceptos aquí tratados, el de Imperialismo Capitalista y el de Hegemonía Global o incluso se confunden entre sí a ambos conceptos, es un error bastante común para la mayoría de los gobernantes de los Estados socialistas existentes en el presente siglo decir en sus discursos que, como política exterior, los mayores enemigos de sus Estados y de sus políticas exteriores “defensivas” son el Imperialismo del mundo capitalista, que en la actualidad lo representan en los Estados Unidos de América, y el ejercicio global de su hegemonía.

El error radica en este caso, además de la disolución del Imperialismo como política exterior de las potencias hacia sus satélites, en el hecho de que “es virtualmente imposible para algún Estado obtener la hegemonía global” (Mearsheimer/2001; 41), debido principalmente a que “el principal impedimento hacia la dominación mundial es la dificultad de proyectar poder a través de los océanos del mundo hacia el territorio de una gran potencia rival” (Mearsheimer/2001; 41).

Esto significa que la hegemonía global no puede, ni podrá ser alcanzada, hasta que exista una sola potencia mundial dentro del sistema mundial que en ese caso, podría considerarse como hegemon (hegemonía) del sistema. Las palabras de Mearsheimer derivan de la situación actual del sistema mundial observable en el Siglo XXI, enfocada en la anarquía como principio organizador del mundo, siendo ésta una consideración del movimiento del Neorrealismo que hereda la teoría del Realismo Ofensivo para la consideración de la interacción entre los actores del sistema mundial, bien fueran éstos potencias mundiales o antiguos Estados satélites, basada no en el ejercicio soberano del imperium sino en la igualdad de funciones sistémicas y en la distribución desigual de las capacidades militares de cada actor internacional. De esta manera, se observa la pérdida de vigencia del concepto de Hegemonía Global.

Ahora bien, los alegatos de los Estados socialistas que forman parte del sistema mundial en el presente siglo continúan basándose en la contraposición de sus políticas exteriores hacia el Imperialismo Capitalista y el ejercicio global de su hegemonía, aún cuando dichos conceptos han perdido vigencia en el mundo en el que vivimos actualmente.

La pregunta en este caso podría ser, luego de conocer la situación planteada en el mundo en el presente siglo, por ejemplo, ¿cómo puede alegar los actuales gobernantes de los países socialistas latinoamericanos que Estados Unidos busca ejercer la soberanía de su propio imperium, si los mismos también persiguen dicha finalidad hacia sus respectivos territorios en disputa o en reclamación?

Otra interrogante que podría surgir de aquí es ¿Por qué Corea del Norte, por ejemplo, sigue manteniendo a los conceptos de Imperialismo Capitalista y de Hegemonía Global como fuentes principales de sus discursos de política exterior contra el Hemisferio Occidental (y eso incluye a los países socialistas latinoamericanos), si uno de los fines de su política exterior es la de extender su propio imperium en Corea del Sur y Japón, continuando así el esquema de la relación leninista potencia-satélite?

La respuesta, argumentaría Mearsheimer, se encuentra en que estas naciones buscan constituirse como potencias que buscan “oportunidades para ganar poder sobre sus rivales, con la hegemonía como su meta final” (Mearsheimer/2001; 29).

Lo que indica finalmente que, en vez de seguir basando sus políticas exteriores “defensivas” en sus ataques a los conceptos descontinuados y obsoletos de Imperialismo Capitalista y de Hegemonía Global, los Estados socialistas del Siglo XXI deberían actualizar y sincerar su política exterior hacia las amenazas reales que se comenzaron a presentar durante los últimos años, como la guerra de cuarta generación, la piratería marítima, los problemas socioeconómicos actuales y los demás desafíos que afectan directamente a sus propias poblaciones, al ser humano como sujeto de necesidades y deseos.

Bibliografía

LENIN, Vladimir I. El reparto del mundo entre las grandes potencias, El Imperialismo, Fase Superior del Capitalismo, Pág. 47, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Pekín, 1966.

MEARSHEIMER, John J. Hegemony’s limits, The Tragedy of Great Power Politics, pág. 41, W. W.Norton and Company, Nueva York, 2001.

Aclárate. Publicado: 22-JUN-2009.

Márquez es estudiante de la Escuela de Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela.

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