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¿Qué le pasa a la Democracia venezolana?

Por ZENAIR BRITO CABALLERO

En otro artículo que escribí en marzo del pasado 2008, hice un angustioso llamado a una catarsis colectiva con el ánimo de liberar a nuestra Venezuela de la postración moral y ética en que se encuentra. Fue una expresión casi desesperada, realmente angustiosa que ojalá hubiera respondido al sentimiento de las mayorías.

Sobran razones para que la preocupación haya alcanzado la dimensión dramática que hoy tiene. Parece que actualmente todas las ciudades venezolanas son nombres asociados a la inmoralidad, a la falta de valores, al irrespeto a los derechos humanos, a la corrupción que es redundante, según apuntó alguien al decir que “los venezolanos son unos bandidos.”

Ciertamente son muchos los escándalos de corrupción, de delincuencia y de delitos diversos en los cuales los protagonistas son personas de todos los estratos sociales afines a la ideología del gobierno revolucionario socialista-comunista; son hechos graves, de gran trascendencia y por supuesto reflejan que la descomposición es enorme; pero ojo, hay que ampliar el análisis para advertir que en esta materia las regiones no tienen la exclusividad. Ojalá fuera así, sería menos difícil superar el problema. Desafortunadamente el fenómeno afecta a todo el país.

Es Venezuela entera la que necesita de un proceso catártico. Ninguna región se salva a la hora de señalar escándalos de inmoralidad. Desde luego, como dice el refrán, sería tonto consolarnos con que el mal es de muchos. Pero conviene advertir que al tratar de abordar los problemas regionales y locales hay que asumir una perspectiva nacional.

Conviene entonces repetir la pregunta que se hicieron hace unos cinco años quienes aportaron sus ideas a un libro que leí titulado: ¿En qué momento se jodió Venezuela?” Es bueno aclarar que el libro apenas se aproximó a una respuesta.

Lo que hoy ocurre en Venezuela no se diferencia mucho de lo que ocurre actualmente en Quito, Tegucigalpa, en Bolivia, en Cuba y en muchos países latinoamericanos. Por doquier el pan de cada día es la violencia cruel, la criminalidad impune, el dolor, el soborno, el pillaje, la miseria humana y económica, en fin, la maldad, que algunos se empeñan en ocultar, en tapar. Ésta es una de las estrategias de los culpables y de sus cómplices, otra es descalificar y condenar a quienes se atreven a denunciar, a acusar o a juzgar.

Apátridas se le llama a quienes expresan el dolor de patria y dicen las verdades, denuncian los hechos y exigen justicia, castigo, claridad. Se persigue a quienes denuncian la violencia y no a los violentos. Se ha banalizado el mal y la impunidad parece ser la consigna.

La ciudadanía inerme, abrumada por los mensajes mediáticos del régimen revolucionario que se han propuesto domesticar su opinión, no atina a reaccionar y no tiene una percepción clara de los problemas del país. Es catastrófico el daño que la corrupción le ha hecho al país y esto tiene que ver con la falta de democracia.

Hay una estrecha relación entre democracia y corrupción. Una mayor calidad en la democracia se corresponde con menor corrupción. Sólo la plena vigencia de los derechos humanos garantiza la eficacia del control social que los ciudadanos deben ejercer en la sociedad democrática venezolana. La corrupción administrativa ha ocasionado severos daños económicos pero sin duda la corrupción política es fatal, está poniendo en serio peligro la sostenibilidad de la democracia, ha degradado la política, le ha restado legitimidad, ha afectado componentes sustantivos de la democracia, atenta contra la ética pública y contra valores propios de la democracia.

Está en juego la gobernabilidad del país porque la desconfianza se ha generalizado. Se impone la urgencia de reinventar la democracia en un país donde una élite mezquina, egoísta y corrupta lo ha trastocado todo, se ha apropiado del país y ha impuesto un remedo de democracia cada vez más cercana a una autocracia que además pretende eternizarse.

Aclárate. Publicado: 28-SEP-2009.

Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

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