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Separación de Iglesia y Estado

Por ALBERTO MANSUETI

“Libertad de cultos” es una expresión poco precisa; la posición liberal sobre el tema de la libertad religiosa es “separación de Iglesia y Estado.” No es una política anticristiana, porque tiene suficiente apoyo bíblico, que muestro en mi libro “Las leyes malas.” Es más, la separación de religión y Estado es un concepto específicamente cristiano, desconocido en el mundo antiguo, que por eso mismo desconoció la libertad individual. Grecia y Roma no conocieron la separación; en el viejo Israel se prefiguró a partir de la diferencia entre el sacerdocio y el funcionariado civil, liderizados uno y otro por Aarón y Moisés en el Desierto; y en Palestina por profetas (“videntes”) y jueces, y por Samuel y Saúl. Pero la separación es una novedad introducida en Occidente por el cristianismo — tras la experiencia de las injustas y muy crueles persecuciones romanas — y con ella, también la libertad personal que trae consigo. Aunque la separación de Iglesia y Estado no equivale a la de religión y política, ya que toda religión implica una “cosmovisión” del mundo, la sociedad y el hombre, y por ende también de la olítica.

La neutralidad del Estado

La separación de Iglesia y Estado es consistente con los otros puntos clave de la doctrina liberal del Gobierno limitado — en funciones, poderes y gastos — basados en la premisa de neutralidad del Estado frente las actividades privadas de todo género. Esta neutralidad es fuente y garantía de la libertad personal, por lo cual es inseparable de ella. Y la neutralidad sólo se asegura con una estricta separación entre lo público y lo privado.

Hoy en día la “política correcta” predica lo contrario: La “alianza de gobierno y empresa” y la “cooperación de Estado y sociedad civil,” y que el gobierno “debe estar muy cerca de los ciudadanos” etc. La separación entre lo público y lo privado está bajo fuerte y masivo ataque en todos los frentes, como en general toda la doctrina liberal, y cada uno de sus principios, que se ignoran, olvidan o confunden.

Esta cruzada ideológica en pro de la con-fusión entre lo público y lo privado es una más entre las tantas ofensivas del totalitarismo. Y su triunfo es seguro, a menos que usemos el único antídoto eficaz: La reivindicación del Liberalismo, que comienza por darlo a conocer.

Aclárate. Publicado: 23-NOV-2009.

Mansueti es Abogado y Licenciado en Ciencia Política.

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