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Manual para detección de un falso opositor

Por LUIS MARÍN

El falso opositor acusa a este régimen de “fascista” pero nunca de ser “comunista,” con la finalidad de afianzar el lenguaje estigmatizante oficial, según el cual, todo lo malo es Fascismo, pero el Comunismo es bueno. Es risible verlos arrastrados por el suelo, pateados por las hordas chavistas, mientras gritan: Esto es Fascismo puro. Luego, la violencia pandillera es exclusiva del Fascismo, los comunistas nunca atropellan a nadie.

Todo falso opositor es demócrata; pero tiene escrupuloso cuidado en no añadirle a la democracia la palabra “libertad” para no formar el dispositivo que la aleja de la tentación totalitaria. Sabe perfectamente que la democracia le brinda un terreno común con el Socialismo, que no la considera incompatible con la dictadura, siempre que goce del apoyo popular. Por esto se delatan con la fórmula jesuita de que “hay que preguntarle al pueblo,” que todo lo avala y santifica.

Acusan a este régimen de ser neoliberal por sus políticas contrarias a los intereses de los trabajadores. De manera que toda política anti popular tiene que ser por definición “liberal” aunque la aplique un gobierno comunista. Por ejemplo, el despido de un millón de trabajadores del sector público (el único que existe en Cuba) es calificado como política “neoliberal” de Raúl Castro.

Dicen que aquí no hay Socialismo sino “Capitalismo de Estado,” con lo cual este régimen es todo lo nefasto que pueda ser pero por culpa del capitalismo, el socialismo sigue siendo bueno. Vale la pena aclarar que no es posible comparar el Capitalismo de Estado que existía durante los regímenes socialdemócratas del pasado con lo que existe en la actualidad. Aquello se hacía con mentalidad mercantil, como PDVSA o CANTV, aunque fueran empresas públicas.

El Capitalismo se puede definir o valorar como se quiera, pero lo que nunca podrá dejar de ser es una racionalidad económica basada en el beneficio. Cuando se hacen empresas deliberadamente a pérdida, respondiendo a otra racionalidad, sea política, de beneficencia o la que sea, póngasele el nombre que quiera, pero eso no es “capitalismo”, ni de Estado ni de ningún otro tipo.

Condenan al régimen como “privatizador”, porque la bestia negra sigue siendo el sector privado y la palabra “privatizar” un tabú, que estigmatiza el trasvase del sector público al privado. Así, se objeta la venta de refinerías en Alemania, no por favorecer los intereses estratégicos de Rusia a cambio de chatarra bélica, sino porque eso es “privatizar,” aunque la empresa rusa sea del Estado.

Insisten en que Zapatero y Lula apoyan los desmanes de la dictadura por causa de oscuros intereses comerciales, con lo cual los crímenes los comenten los socialistas de aquí y de allá, pero la culpa es del mezquino mercantilismo. Con esto se oculta la conspiración comunista mundial, que jamás procede por intereses comerciales de nadie, sino por sus propios intereses políticos de dominación mundial.

Utilizan el adjetivo “bolivariano” al nombrar la República, la constitución, las FFAA, la policía, estados, municipios, universidades, empresas y lo que sea, ignorando que con esa actitud suscriben y refuerzan el lenguaje totalitario, que pretende hacer plausible la adhesión a un ideal único, a un factor unificador absoluto e intangible, a una plataforma de valores no sujetos a crítica, ni cuestionamiento y cuyo rechazo equivale a traición a la patria y exclusión de la comunidad nacional.

El abuso inconcebible que este régimen ha hecho de la figura de Bolívar y su excesiva identificación con él quizás tenga la ventaja inesperada de que termine por destruir el yugo que pesa sobre el espíritu nacional por ya casi dos siglos.

El Bolivarianismo es una ideología militarista, exacerbada por Juan Vicente Gómez y todos los dictadores militares que ha sufrido este país a lo largo de tres cuartas partes de su vida independiente, además de estar conformada básicamente por mitos, tergiversaciones históricas y por un lenguaje mágico, irracional.

Por ejemplo, se exalta a Bolívar como “Padre de la Patria,” sin serlo, porque la obra a que dirigió todos sus esfuerzos fue a la Gran Colombia y Venezuela nació contra su voluntad expresa; pero acto seguido se arremete contra esa “República bolivariana” calificándola de “Estado Burgués” al que hay que destruir para sustituirlo por un Estado Comunal.

Este galimatías incomprensible al menos hace legítimo el no ser bolivariano, no hay que serlo a juro, ni existe tal identidad entre venezolanidad y bolivarianismo, como pretende la propaganda oficial y sus corifeos de la “oposición.”

Lo demás es burdo oportunismo político, comodidad y querer seguir la corriente para ganar votos fáciles. Lo único positivo de esta dictadura militarista es que quizás sea la última que se realice bajo el sino de Bolívar, que es el del fracaso como enseña de exaltación moral.

Quiera Dios que cuando desaparezca se lleve este espectro consigo y Venezuela se vea libre, por fin, de tanta estulticia.

Aclárate. Publicado: 17-ENE-2011.

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