No hay que tener miedo a las palabras Capitalismo ni Derecha. Si a la economía libre llaman “capitalismo liberal," pues hay que asumir su defensa, ¿y qué? Y si los propulsores del Socialismo se llaman de Izquierda, entonces los del Capitalismo son de Derecha, ¿y qué?
En eso los socialistas no son acomplejados y una de las razones de su amplio predominio es que endilgan a los de derecha los calificativos de “capitalistas” y “derechistas” como epítetos infamantes, y no se reivindican. Por eso les tiran a la lona en el primer round. Pero otro gallo
cantara si los de derecha asumieran esos términos y los clarificaran y matizaran. Así como hay
muchas clases de izquierdas, democráticas y revolucionarias, así también hay muchos tipos de
derechas, mercantilistas y liberales.
Los socialistas ahora no tienen exactamente las mismas ideas que antes — ni sus oponentes — pero no es cierto que los términos Izquierda y Derecha hayan perdido vigencia, o esos
conceptos se hayan desactualizado. Aunque para comprender bien sus significados conviene
rastrearlos desde su origen, a fines del Siglo XVIII, en la revolución industrial inglesa y en la
revolución democrática francesa.
Capitalismo es el sistema de economía libre y Gobierno limitado (“gendarme nocturno”), que en el pasado hizo ricos a países muy pobres hace 300 o 200 años: Suiza, Holanda, Escocia,
Inglaterra. Se basa en la libre y abierta competencia, con igualdad de oportunidades jurídicas.
Sin ser perfecto — nada humano lo es — es muy superior a cualquier otro en orden a permitir la
creación de riqueza para todos.
Estatismo es el sistema contrario, el de siempre en Latinoamérica, excepto en parte entre
1880 y 1930.
El Estatismo viene en dos variedades: Mercantilismo y Socialismo; el primero es malo, y el
segundo es peor. Mercantilismo es un sistema de privilegios para oligarquías económicas, que
permite crear riqueza sólo para unos pocos, y el resto sigue en la pobreza. Y la pobreza se junta
con la ignorancia, y engendran el socialismo, sistema de privilegios para oligarquías políticas,
que no crean riqueza para nadie sino que destruyen la poca que hay.
El Socialismo debe ser analizado y juzgado por sus resultados reales, y no por aquellos
supuestos logros ideales que sus partidarios dicen perseguir, de palabra y en el papel, en sus
discursos, sermones, clases y charlas.
Hay dos subespecies de Socialismo: El reformista, democrático o girondino (menchevique), que
se impone mediante la propaganda engañosa; y el revolucionario o jacobino (nazi o comunista:
Bolchevique), que usa la presión y las armas: Stalinista, mussolinista, hitlerista o maoísta.
Mediante el proceso político — el toma y dame del Estatismo — las izquierdas blandas y las
derechas antiliberales combinan Socialismo democrático con Mercantilismo, creando y
repartiendo privilegios para oligarquías políticas y económicas a la vez. Siempre fracasan.
Y tras los inevitables fracasos de estas combinaciones irrumpe siempre el ala más dura,
comunista y radical. Así es por ejemplo otra vez en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Paraguay, con
mandatarios que ahora la clase media repudia, pero que como candidatos contaron con buena
parte de sus votos.
Izquierda se llamó durante las sangrientas revoluciones europeas de 1789, 1820, 1830,
1848, 1871 y 1917-18, a la fuerza ideológica y política que en nombre del socialismo atacó
violentamente el Gobierno Limitado, el Capitalismo y la propiedad, la ética socialmente aceptada
(“victoriana”) y las instituciones tradicionales: Matrimonio, familia y religión. En estas trágicas
masacres asesinaron aldeas completas de gentes, y diezmaron pueblos y villas, y barrios o
sectores enteros en muchas ciudades.
Derecha se llamó desde entonces a la muy heterogénea alianza de factores sociales,
económicos, religiosos, militares y políticos que reaccionaron (“reaccionarios”) resistiendo con
determinación y vigor a las izquierdas: Elites urbanas, clase media de las villas o burgos
(“burguesía”), Iglesias, ejército, los monárquicos (constitucionales y absolutistas) y los
tradicionalistas y conservadores. Y liberales. Pero también mercantilistas.
Sin embargo, ya en el Siglo XX — desde las revoluciones mexicana (1911) y rusa (1917) — las derechas se perdieron en nostalgias románticas y defensas de privilegios, y fueron incapaces siquiera de poner contención a las izquierdas.
Y emergieron dos facciones ultrasocialistas: Las del Fascismo y Socialismo nacional, y las del
Comunismo o Socialismo internacionalista (“proletario”). Las segundas acusaron falsamente de
derecha (extrema) a las primeras. Pero no hubo grandes diferencias; sólo lucha por el poder.
Sean camisas rojas, negras o pardas, sus “logros” fueron hambre, miseria, opresión, guerras sin
fin, campos de concentración, torturas, muerte y sufrimientos. Balas y sangre. Pol Pot.
Aunque después de 1945 se fue imponiendo el demosocialismo de camisa blanca, en sus
ediciones escandinavas, anglosajonas — Laborismo o new deal — o a la francesa, y árabe, sionista,
iberoamericana, negras, tercermundistas, etc. Tampoco hubo muchas diferencias, y no mucho
mejores fueron los frutos observables:
— Estatismo: Estado intervencionista, ineficiente y parásito.
— Gasto público desbordado, con impuestos exorbitados, y en muchos casos astronómicas
deudas estatales.
— Degradación de la moneda e inflación de precios, y con alto desempleo.
— Regulaciones paralizantes y anticompetitivas, con improductividad e ineficiencia en las
empresas privadas.
— Inseguridad en las calles, injusticia en los tribunales, y corrupción galopante.
— Y por último, pero no menos destacable: Medicina y educación políticamente subordinadas a
los Gobiernos y de calidad muy pobre, y jubilaciones y pensiones indignas y miserables.
Es cierto que la derecha mercantilista favorece los privilegios, injustos y por ende inmorales.
Pero la derecha cristiana y liberal, defiende la propiedad privada contra las expropiaciones,
invasiones, robos y secuestros; la ley y el orden contra la criminalidad y la anarquía; el trabajo,
el ahorro, la inversión y la producción contra el Populismo y el Distribucionismo; la creación de
riqueza contra la pobreza; y la familia contra su depauperación y desaparición. Nada de malo.
¿Y el centro? Es el intento de esconderse en una fórmula de compromiso, en la práctica siempre estatista, mucho menos que óptima, e intrínsecamente inestable. O es un subterfugio
para evitar la definición.
Aclárate. Publicado: 04-SEP-2009.
Mansueti es Abogado y Licenciado en Ciencia Política.