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¿Para qué sirven los Gobiernos?

Por ALBERTO MANSUETI

A continuación Aclárate ofrece extractos del libro Las leyes malas y el camino de salida del profesor Alberto Mansueti.

Para cumplir las funciones del Estado, principalmente represivas. El estatismo se equivoca al partir de un concepto demasiado elevado e idealizado (romántico) del Estado y de los Gobiernos que lo representan, como agentes económicos, rectores, educadores, mentores y hasta tutores de la sociedad.

Pero el Gobierno civil es apenas “un freno para contener las manifestaciones más groseras del pecado” en palabras de Calvino. Es un mal necesario, un resultado de la desobediencia y caída del hombre. Se justifica sólo para satisfacer tres apremiantes urgencias: defensa nacional y policía; tribunales; y caminos, carreteras, puentes para facilitar la comunicación y el comercio. Es sólo una herramienta algo tosca e imperfecta, para una tarea algo ruda, aunque de importancia vital.

Por eso las instituciones gubernamentales tienen rasgos esenciales opuestos a los típicos de las empresas lucrativas y entes privados no lucrativos. Unos y otros se acomodan y ajustan a las respectivas funciones:

— El gubernativo es un orden impuesto: descansa en la fuerza y la violencia para combatir al enemigo, decidir sobre crímenes y aplicar penas a los criminales, y recolectar impuestos a los renuentes. Las segundas en cambio se basan en acuerdos y contratos, conforme un orden que conviene llamar voluntario o consensual pero no “espontáneo” porque no lo es en realidad, siendo condición sine qua non para el mercado, el Estado, sólo que un Estado limitado.

— Las jerarquías verticales rígidas son esenciales al Estado: ejército, diplomacia, policía, judicatura, servicio civil. En cambio los mercados libres constituyen un orden plano u horizontal, y algo plástico, como se recomienda a las empresas.

— La unidad de comando es consustancial a las organizaciones jerárquicas, y el centralismo. Por eso el monopolio es propio del Estado, el “monopolio de la fuerza”: no puede haber sino un solo ejército, un solo cuerpo diplomático, un sólo poder judicial, etc. En los mercados libres en cambio rige el policentrismo y la autonomía. Y en las empresas hay multiplicidad y diversidad, y han de acostumbrarse a competir unas con otras, para lo cual basta que el Estado a ninguna confiera monopolios (los verdaderos, que son estatutos legales de preferencia).

— Formalismo y hasta solemnidad son esenciales en las relaciones diplomáticas, los tribunales, la policía, la contratación de obras públicas etc.; en la relaciones entre particulares eso no es tan necesario, y puede ser perjudicial. Porque las instituciones estatales deben ser firmes en sus decisiones, mientras que de las empresas y demás organizaciones voluntarias se espera flexibilidad y adaptación.

— La disciplina es clave en el sector público, y en el privado también. Pero en el primero, los premios y sanciones llegan de la mano de las autoridades, desde arriba; en el segundo en cambio, recompensas y castigos son las utilidades y pérdidas, y llegan de parte de los consumidores y usuarios, y proveedores, y de la competencia. La disciplina de los mercados libres no es menos severa y exigente que la de las oficinas públicas; y el problema del Estado es que no tiene el “cuadro de resultados” (libro de ganancias y pérdidas) que le indique si va mal o bien.

Empero los rasgos propios del Estado muy funcionales para sus fines, que son vitales. De otro modo ¿cómo garantizar seguridad externa e interna, aplicar sanciones tan severas como la pena capital, y contratar con eficacia y decencia? De otro tipo son las entidades particulares, porque a ellas y no a los Gobiernos les cabe actuar en el mercado, una herramienta menos tosca e imperfecta que el Estado, para tareas más delicadas, y de no menor importancia.

Aclárate. Publicado: 15-OCT-2009.

Mansueti es Abogado y Licenciado en Ciencia Política.

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