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Yo no comprendía

Por ERNESTO GARCÍA MAC GREGOR

Era un niño cuando la Europa de la postguerra quedó dividida en una sección libre y dichosa, y en otra comunista, esclavizada y triste. No obstante, la gente ponderaba a la gloriosa Unión Soviética al tiempo que despotricaba de Occidente. Yo no comprendía.

El sádico de Stalin, con su régimen de terror hizo ver a Hitler como niño de pecho y sin embargo, era venerado como héroe. Posteriormente vendría Franco, quien salvó a España del terror comunista (seis mil 845 sacerdortes y religiosas asesinados por los rojos) y la puso a valer; sin embargo, casi todos los españoles que he conocido son antifranquistas rabiosos. Siguieron los bochornos de la muralla de Berlín, las masacres de Hungría y Checoslovaquia, los genocidios de Mao y de Pol Pot, y nada que se inmutaban. Yo seguía sin comprender.

Con la caída de Pérez Jiménez, y ante mi asombro, regresaron al país los exiliados comunistas criollos pregonando las maravillas del Marxismo. Para entonces tuve que calarme (durante mi carrera en La Universidad del Zulia) a los vendepatria que querían trasformarnos en un satélite soviético. Por fortuna, nunca me salpicó el sarampión comunista a pesar del acoso inclemente de los marxistas con sus compendios de vacías estupideces como el Libro rojo, Los pensamientos del Che y los de Mao.

En ese tiempo, todas las universidades, editoriales, y cuchitriles seudoculturales estaban dominados por izquierdófilos. Yo, como inocente aguafiestas, odiaba la masoquista canción protesta, la poesía de vanguardia, la de los poetas malditos, y para colmo, la dialéctica hegeliana me producía una irresistible narcolepsia. Mi padre me decía que se trataba de un anticomunismo congénito; mis amigos camaradas universitarios me tildaban de reaccionario, un genuino producto de la decadente burguesía. Por eso nunca pude figurar como intelectual.

Pero de repente, resultó que los equivocados eran ellos. Setenta años de rayón ideológico se vinieron abajo con la caída del Comunismo. Más del 60 por ciento de la estúpida población mundial embarcada en la filosofía del fracaso. Y sin embargo, en la actualidad, todos los crímenes y errores que se cometen en nombre del derrotado Comunismo, como los de Fidel, son aceptables; pero si se trata del triunfante Capitalismo, como Pinochet, resultan monstruosos y diabólicos. Las madres de la Plaza de Mayo aún lloran a sus hijos. ¿Y quién solloza por las víctimas de los montoneros, "putamaros" y resto de la sanguinaria guerrilla latinoamericana? Nadie. Yo sigo sin comprender. Que oiga quien tiene oídos.

Cortesía de La Verdad. Publicado: 15-ENE-2008.

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