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La falsedad de nuestra pseudodemocracia

Por ZENAIR BRITO CABALLERO

Es posible que el verdadero problema que tiene nuestra pseudodemocracia venezolana sea que terminamos democratizándola demasiado. La hermosa idea que todos son elegidos y pueden elegir se traduce en un movimiento continuo de personas no preparadas que desfilan para ocupar espacios desde los que se construye un país que no tienen en la cabeza.

Después les pedimos que respondan por lo que hacen o dejan de hacer, suponiendo que estar allí les ha hecho capaces de ser políticos y razonables. A la larga es como pedirle a un ingeniero agrario que se encargue de la salud de nuestros hijos o a la abogada de la familia que le enseñe de factorización a un grupo de estudiantes.

Eso es lo que permite nuestra pseudodemocracia socialista del Siglo XXI, porque a pesar de las supuestas buenas intenciones de casi todos, hay que saber un par de cositas adicionales. Es cierto que para ser alcalde de una población cualquiera no es suficiente tener un Magister en Harvard, pero tampoco lo es ser líder social en una población para lograr acumular papelitos en las urnas. Se requiere preparación gerencial y política para tomar decisiones, para armar equipos, para pensar un poco más allá de la plata de los contratos. Pero volvamos al inicio.

Nuestra pseudodemocracia está tan democratizada que los partidos que apoyan al gobierno revolucionario no son democráticos, que se permiten aceptar lo que les diga el Presidente porque una decisión no se comparte, que las altas cortes terminan haciendo política roja rojita revolucionaria aunque deberían dedicarse a revisar sentencias. Las carreras que se obligarían garantizar la especialización en labores dentro del Estado se dejan de lado por puestos de libre nombramiento, la meritocracia no funciona porque el sueldo ofrecido a los profesionales es de un salario mínimo, solo como un mecanismo de inclusión familiar.

En este país y abrigados por nuestra Constitución de 1999 aparentemente garantista todo es válido, casi postmoderno. Pero la verdad es que seguimos siendo un pequeño feudo del que no sabemos nada, al que todos queremos gobernar para repartirnos las regalías del petróleo y de los impuestos recaudados por el SENIAT.

De repente si asumimos que seguimos siendo el mismo país de hace un siglo, que necesitamos pensarnos y comprendernos en lugar de legislarnos, o que la idea no es ser alcalde, gobernador o presidente, sino ser líder; ¿podremos hacer algo del país que a la larga va a quedar a nuestros hijos?

Lástima que muchos se queden en defender una pseudodemocracia socialista del Siglo XXI que no sabemos ni siquiera que es, y donde las mayorías hasta siguen aceptando reelecciones Chávez, gobernadores alcaldes y diputados, muchos de ellos señalados por corrupción.

Aclárate. Publicado: 08-JUN-2009.

Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.

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