Los sátrapa del Siglo XXI
Por ZENAIR BRITO CABALLERO
Hay una especie de renacimiento de esas figuras populistas, extravagantes, chocantes, autoritarias y curiosamente si se quiere, sostenidas por su propio pueblo, conducido, frecuentemente engañado, manipulado y a la vez, oprimido y humillado por su líder a través de la demagogia y el Populismo.
Se trata de los sátrapa del Siglo XXI. Siguen existiendo y con fuerza en algunos países de Latinoamérica. En rigor, su origen es antiguo y hoy renacen con nuevos bríos. Se aúnan en patrones comunes: Tratan de verticalizar a las instituciones del Estado debajo de su voluntad, construyen sistemáticamente adversarios que, por disentir de los designios y mandatos del Jefe, son configurados como: Enemigos del pueblo, pitiyanquis, contrarrevolucionarios, antipatriotas, traidores a la patria y escuálidos.
Son adictos a la propagación de rumores relativos a tremebundas conspiraciones en su contra, diseñados para desestabilizar, afectar, explotar y expoliar. Efectivamente, los sátrapas del Siglo XXI son ungidos en elecciones libres y muchas veces increíblemente son reelectos.
Todos consideran inoportunos a los periodistas y a los medios de comunicación. Prefieren constituirse ellos mismos en los comunicadores excluyentes y hablar, sin mediaciones de los medios, con “su pueblo.” Se disfrazan de democráticos pero son señores feudales que detestan a la prensa y al disenso. Vociferan o claman a menudo su amor por los pobres.
Suelen ser bocones irremediables y pontificadores. Desde púlpitos diversos descalifican y lanzan gritos y reprimendas a granel, como si fueran maestras pasadas, histéricas y convulsas. No son genocidas ni terroristas de Estado, claro, esa es otra horrible historia que todos conocemos, infinitamente más negra desde luego.
Estos son sátrapas del siglo XXI, pero tampoco son exactamente fascistas, eso es un simplismo. Hablamos de un fenómeno complejo. No disuelven las instituciones pero las vuelven vulnerables y obedientes a sus mandatos. Nunca evitan la corrupción. Los votos que obtienen, porque los obtienen, suelen ser su capital para desdibujar la división de poderes, para condensar en sí mismos al poder. Son populares. Suelen resultar plebiscitados y aplaudidos, vivados y elogiados en mítines orgánicos y a veces incluso, espontáneos.
Quisieran ser indiscutibles. Quisieran que los demás sólo sean obedientes y festivos, como si sus dictados fueran dictámenes inapelables. Pero no es así. Inapelable e indiscutible no hay nadie. Absolutamente nadie.
Aclárate. Publicado: 07-NOV-2010.
Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.