¿Ciudadano o político?
Por ZENAIR BRITO CABALLERO
A propósito de las actuales precampañas políticas de quienes aspiran a ser diputados a la Asamblea Nacional en las votaciones del mes de septiembre, es que se me ocurre preguntar ¿usted contrataría a un artesano para arreglar su vehículo? ¿O a un chef para construir su casa? Creo que no. Yo tampoco.
Analizando con detenimiento el tema, no hay un movimiento ciudadano en el mundo, químicamente puro, que haya destituido del poder a los políticos para, desde la óptica ciudadana, cambiar el derrotero de un país. Aquí el fondo del tema, tiene que ver con la desesperanza e incredulidad de la sociedad venezolana en la clase política, como resultado de gestiones poco exitosas o francamente decepcionantes. Aunque, a decir verdad, la sociedad nuestra ha tenido mucha responsabilidad en eso de dejar hacer a los políticos a sus anchas.
El problema es que la sociedad venezolana es una masa amorfa en la que se esconden los rostros y nombres de todos. Tarea de todos, responsabilidad de ninguno. Pero, volviendo al tema, hay una buena parte de este monstruo de mil cabezas, llamado sociedad, que piensa o cree que las cosas mejorarían notablemente si uno de sus miembros llegase al poder legislativo, es decir un ciudadano.
Antes de tomar partido por una u otra alternativas, conviene reflexionar un poco sobre el tema. La definición etimológica del vocablo “política” nos dice que es lo que se refiere a la ciudad, es decir, es un amplio término en el que se engloba todo lo colectivo, lo que tiene que ver con la comunidad, y eso es todo. Desde la óptica filosófica o de la teoría política, Aristóteles nos dice que la ética y la política se refieren ambas a la praxis humana, esto es, a las acciones que podemos realizar los hombres o mujeres y a la dirección que vamos a dar a nuestra voluntad y libertad. La diferencia estriba en que la ética es una praxis íntima, personal y la política es la coordinación de muchas acciones y, por ello, en esta última hay que tener en cuenta la voluntad de los demás.
La política gira en torno a las leyes e instituciones creadas para elaborarlas y administrarlas. Todos los días tomamos opciones éticas o políticas porque no vivimos en soledad sino en comunidad. Nuestra naturaleza es plenamente social. Giovanni Sartori, en su ensayo Quale teoría (Ahora en Sartori 1979, pp. 79-120), definió como tertium genus la teoría política distinguiéndola tanto de la filosofía política como de la ciencia política. En aquella interpretación de Sartori la teoría política era un género que preparaba y mediaba el pasaje de la filosofía política a la ciencia política: La teoría política era entendida como un modo autónomo (ni filosófico ni científico) de mirar a la política.
La obra de Maquiavelo era indicada como ejemplo de eso que, según Sartori, debía entenderse por teoría política. Sartori concluía sosteniendo que la teoría política terminaría, antes o después, reabsorbida por la ciencia política, admitiendo que esta última llegase a consolidarse definitivamente como disciplina científica. Pero siempre, desde cualquier enfoque, ocupándose del ser humano, su convivencia, sus necesidades individuales o colectivas y la manera de relacionarse.
Así pues, Aristóteles, Sartori, Maquiavelo o cualquier otro estudioso del comportamiento humano, coinciden en un punto: el hombre y su entorno, su preocupación permanente por modificarlo para su bienestar. Eso es político. Bueno, pues entonces no entiendo eso de deslindarse de esta naturaleza humana intrínseca para decir, para negar, algo que es la misma esencia humana. Que esté desprestigiada no justifica que se niegue su propia naturaleza.
Afirmar que se es mejor porque no se es político, es un despropósito del tamaño de afirmar que todos los abogados son corruptos y deshonestos, tan sólo porque algunos sí lo son. El hecho innegable de que la política, en tanto ciencia, y los políticos estén desprestigiados, no es razón suficiente ni amplia para llevar al poder a quienes nada sabe de la disciplina política. Imagine a un camarero volando un avión.
Para reivindicar a la política, necesitamos buenos políticos no buenos ciudadanos. Para hacer política se requiere de políticos, igual que para hacer casas se requiere de albañiles. Los políticos deben hacer política; los ciudadanos debemos hacer ciudadanía. Es muy simple, en la medida que cada quien haga lo que le corresponde, pero bien, con resultados positivos, las cosas mejorarán.
Ser ciudadano no es cosa menor, se requiere de un gran compromiso y de un gran valor civil para participar, para observar, para denunciar, para exigir, desde nuestra trinchera sin invadir espacios que no nos corresponden, pero llenando suficientemente los que son nuestros. Imagine a una comunidad llena de puros médicos, o de puros taxistas, o de sólo estudiantes.
Aclárate. Publicado: 08-FEB-2010.
Brito Caballero es doctora en Psicología y Ciencias de la Educación, y es profesora jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador.