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Décima carta abierta a los ciudadanos XII. Réplica.

Por VA(r) MARIO IVÁN CARRATÚ MOLINA

La verdad

Entre complotados y santurrones en una fiesta de disfraces “Tanto el morrocoy como el cachicamo deben cargar con su carapacho de por vida, sin quejarse y menos aun, sin abandonarlos, como lo hace el ladrón a la concha, donde habita temporalmente.”

Les saludo nuevamente haciendo uso de las facilidades comunicacionales que nos brinda la red social Internet y su poderoso medio Twitter, de lo contrario no podría hacerles llegar nuevamente una reflexión. Así decía mi abuela al referirse a las personas que no les agradaba reconocer sus errores, o ser señalados por terceros ante conductas no apropiadas a la profesión o trabajo, que al verse comprometidos no asumen sus responsabilidades y pretenden ocultar la verdadera dimensión de sus incapacidades, confabulaciones y traiciones, así como también la consecuencia que esas mismas carencias puedan ocasionar a sus inferiores u otras personas.

Conductas estas que conforman un cuadro muy común en la Venezuela de hoy como parte de la condición humana, que se convierte en degeneración cuando se sienten al desnudo de trastadas, malas prácticas, dejillos jerárquicos y hasta falaces explicaciones. Esto podría ser de poca monta en oportunidades, pero cuando se trata de actitudes y sucesos que involucran a hombres en funciones públicas, no es, bajo mi criterio, permitido dejar que el moho histórico cambie los hechos y vanaglorie a los paganos.

El caso es, que causa roncha y asusta a una gran mayoría y les exacerba cuando soy interpelado y doy mis razonamientos (debidamente fundamentados) sobre parte del “complot” montado contra La Constitución de la República y los venezolanos; cuyos eventos principalísimos de esa conspiración fueron:

a.— La Noche de los Tanques (26 de octubre de 1988).

b.— El Caracazo (27 de febrero de 1989).

c.— Rebelión Militar del 3 de febrero del 1992.

d.— Rebelión Militar del 27 de noviembre de 1992.

Ninguno de ellos puede ser analizado aisladamente, son parte de un mismo proceso preñado de traiciones y falacias. Todos estos eventos coordinados por ciudadanos civiles y militares que intentaban afanosamente hacerse del Poder, mediante una estrategia complotista que culmina con la destitución de Carlos Andrés Pérez el 23 de mayo de 1993.

No voy a entrar en los detalles de todas ellas, eso será en otra oportunidad, solo me anima puntualizar algunas cosas que para algunos actores todavía no están claras y para otros, los que evaden “olímpicamente” sus compromisos militares (generales, coroneles, tenientes coroneles y mayores).

Ser profesional de las armas implica muchas cosas, entre ellas, asumir sus hierros y aciertos, pero por encima de todo “rendir cuenta” cuando se ejercen funciones de mando, pues esa profesión como miembro del Estado exige seriedad, responsabilidad, desprendimiento y honorabilidad.

Algunos, por no decir una gran mayoría, no ha realizado la trascendencia y las tremendas consecuencias de lo ocurrido, por ello, esconden sus hierros como si fueran atacados por mi persona, cuando la realidad es o debe ser otra; son, sin temor a equivocarme, totalmente responsables de las omisiones o trajines que en sus cargos y responsabilidades dejaron de satisfacer, me referiré esta vez a la Rebelión militar del 3 de febrero de 1992. Atribuida a militares, pero que contaba con la participación de importantes figuras de las élites nacionales, era ella, parte de una combinación de acciones desestabilizadoras para acabar con la democracia.

Me refiero, transcurridos 18 años del “complot” montado por las élites en Venezuela contra el Presidente de la República, contra las instituciones y contra la democracia.

Llevo 18 largos años explicando y declarando sobre este “vulgar complot,” (por quienes siguen en el closet de la mentira y las traiciones), creí haber sido suficientemente claro en una extensa Carta abierta al Presidente de la República en enero del 2009, carta que fue motivada ante la pregunta que él mismo hiciese a los venezolanos el 28 de diciembre de 2008.1

Pregunto:

¿Por qué no fue detenido el movimiento subversivo? Esperé prudentemente unos días a que una obligante respuesta y necesaria aclaratoria fuese dicha públicamente, tal y como se defienden hoy. Aspiré en esa oportunidad que el Gral. Fernando Ochoa Antich, su hermano Enrique Ochoa Antich, Gral. Remigio Rangel Rojas, Pablo Medina, Andrés Velásquez, Monseñor Mario Moronta y tantos otros (la lista es larga, muy larga), que ahora están en la oposición, descubrieran el acertijo y quitaran la pesada lona que, bastardas conductas e intereses utilizan para ocultar la vergüenza por haber conspirado, callado y acompañado.

En este dramático y demoledor evento no opera el clásico “fraude del buenismo criollo,” muy común, utilizado en el país para tapar las fallas de los amigos y relacionados para eximirlos de fallos u omisiones que puedan afectar su seguridad profesional, prestigio, respetabilidad, cargos, reconocimientos y ascensos, (no me refiero exclusivamente a militares).

Debo sin embargo, para que no pase por debajo de la mesa y quienes me lean entiendan lo que para mi todavía es una “grosera complicidad;” a la que considero causante en un elevado porcentaje de los “tumbos y contramarchas” de nuestra desaparecida democracia y de otros graves problemas que hoy sacuden, acaban con nuestro país, trastocan nuestro presente y sumergen en una densa “nube roja” el futuro de muchos de quienes residimos en Venezuela.

Agrego a ello, una vez pude observar tanto como ahora, la tragedia de los bellacos que envilecen al ciudadano con malas acciones, conductas y hasta falaces posturas.

Todo hombre público en ejercicio de sus funciones debe responder por su gestión, no puede evadir el juicio de la sociedad y mucho menos esconder sus carencias, errores u omisiones. Los militares en funciones de mando que entran en esta categoría, deben por lo tanto “rendir cuentas.”

En esta nueva oportunidad es para ratificar desde la “a hasta la z” las declaraciones u opiniones, que he dado de manera reiterada sobre los acontecimientos previos, durante y posteriores al “complot” urdido en contra del Presidente Carlos Andrés Pérez desde el mismo momento en que fuera electo producto de los comicios de diciembre de 1988. Fui Jefe de la Casa Militar entre 1990 y 1998, no llegué a ese cargo por ser lisonjero con el mundo político y cúpulas militares de entonces, más aún, le manifesté a los Ministros de la Defensa (Héctor Jurado Toro y Filmo López Uzcateguí) entre 1989 y 1990, de manera directa y frontal, como siempre he sido, que “no deseaba trabajar en ese cargo bajo las órdenes de Carlos Andrés Pérez.”

Posición esta, que dudo otro general o almirante hubiesen expresado tal y como yo lo hice, con esto deseo enfatizar que no mantenía entonces y mucho menos hoy, dependencia u obligaciones que me inhiban de expresar, sin limitaciones o condicionamientos ideológicos, militares o de intereses, mucho menos para ocultar o suavizar la conducta de aquellos que bajo la amistad, falsas lealtades o ambiciones desmedidas “conocieron, participaron, ocultaron o dejaron de cumplir sus responsabilidades institucionales.” (Me refiero a posmilitares y civiles en cargos de representación popular u oficial).

Mi condición, ayer como militar al servicio de la nación en ese caso como Jefe de la Casa Militar del Presidente, y hoy como ciudadano me “impone una obligación,” esta es: Decir la verdad. Verdad, que muchísimos otros están empeñados en ocultar, simular o manipular para que sus nombres y el impacto que eventualmente puedan revertirse sobre su prestigio respetabilidad pública.

Venezuela transitaba entonces una delicada situación de gobernabilidad (crisis política) y ellos desde varias posiciones oficiales fueron permisivos, conspiraron u ocultaron el “complot” cuando el 3 de febrero de 1992, unidades militares salieron a atentar contra La Constitución y acabar con la democracia que expresan defender de manera farisea.

Olvidan que mi persona asistía a todas las actividades con el Presidente, generalmente mi presencia silente incomodaba a algunos, sobre todo los integrantes del Alto Mando Militar, son muchos los pasajes frívolos, pero también hay otros de incorrecta conducta, que lamentablemente conocí, igualmente podría decir algo similar del mundo civil, diplomático y empresarial. Pero esto último forma parte de la cultura política que se crea, alimenta y sobrevive a la sombra del Poder. (Esto es válido ayer y mucho más cierto hoy).

Debo precisar y ser enfático de lo siguiente:

a.— La Casa Militar tiene como misión defender y proteger en todo momento la vida y seguridad personal del Presidente, de su familia y de quienes él designe.

b.— En estas funciones se debe, “retirar, evacuar y ubicar,” en sitio seguro al Presidente, nunca para enfrentar o entablar combate con su presencia. Esto es así, en todas las unidades de protección de presidentes en el mundo.

Por eso la madrugada del 4 de febrero de 1992, fue mi decisión evacuar al presidente Carlos Andrés Pérez, como primera medida y colocarle fuera del alcance de las armas rebeldes y de otras acciones. Favorablemente para mí, el presidente es un hombre valiente y en las primeras de cambio, definió él, su salida del palacio. (Testigos Dr. Virgilio Ávila Vivas, Sr. Alfaro Ucero y Tcnel. Gerardo Dudamel R.). Así se lo indiqué al Sub Jefe, Cnel. Hung Díaz, con la orden expresa además, de defender el palacio. Me pregunto ¿Sufrirá de amnesia el entonces hombre de mi entera confianza?

Le pregunto a quienes critican esa acción y califican de cobardía personal.

¿Qué hubiese pasado si el Presidente permanece en el Palacio y los rebeldes en abrumadora mayoría lo capturan? (los rebeldes 213 infantes del ejército y 16 tanques dragón, (frente a 10 militares en el palacio). Llamé personalmente a todos los miembros del Alto Mando Militar y ninguno dispuso proteger al presidente, más aún, el Gral. de Div. (Ej.) Remigio Rangel Rojas en dos oportunidades me negó el apoyo militar solicitado, solo fui entendido por el Gral. F. Maya Cardona, quien me garantizó ese apoyo en dos horas (luego envío al Gral. Brig. (f) Sepúlveda Sierra con dos pelotones de la GN a apoyar la seguridad del presidente en Venevisión).

Debo respetar la decisión tomada por el Gral. Brig. Hung Díaz, (Jefe de la Casa Militar) durante el peligroso y cruento bombardeo al Palacio de Miraflores el 27 de noviembre de 1992. Contrariamente debo ser enfático y preciso, esa decisión pudo haberle costado la vida al presidente; lo que procedía era su inmediata evacuación de la zona de bombardeo.

Quienes leen esto, militares y civiles, que analicen y saquen sus conclusiones.

Entre los que escriben unos colocan sus nombres, otros lo simulan y los más valientes lo hacen desde el anonimato, incluso con comentarios irresponsables en hombres que se supone poseían principios y valores institucionales y profesionales.

A todos les respondo en la forma de preguntas: Una cosa es el tiempo que ha transcurrido desde entonces, otra es, lo cuestionable, desde mi óptica, la actuación con la que se continúa evitando que la sociedad venezolana se entere de la verdad, razones fundamentales e incontrastables con el silencio y tramas que llevaron a los venezolanos a estos estadios

¿Dónde está la rendición de cuentas del ministro, generales, coroneles y ciudadanos en la conspiración, hago solo preguntas elementales?

a.— ¿Por qué?, si la conspiración fue develada el 3 de febrero de 1992 a las 11 a.m. e informada al Gral. Div. (Ej.) Remigio Rangel Rojas (Comandante del Ejército) por el Gral. Brig. Delgado Gainza, (Director de la Academia Militar).

b.— ¿Por qué?, El Vicealmirante Elías Daniels H. (inspector de las FAN) no tomó las medidas preventivas, a nivel nacional, para controlar la movilización de unidades rebeldes desde el día 3 de febrero de 1992 a las 11 a.m. ¿Cómo explica su silencio o a quienes protege?

c.— ¿Por qué guardan silencio “sepulcral” los otros miembros del Alto Mando Militar y los Comandantes de las Guarniciones sublevadas? Les repreguntó. ¿Es que hay suficientes razones éticas, morales y profesionales para sentar en el banquillo a todos los responsables (civiles y militares) de aquellos polvos que nos asfixian como una pesada capa de lodo? ¿Estarán concientes que su silencio, por miedo o complicidad, nos hunde cada día en la más profunda y grave de las crisis, con ciudadanos inocentes que son ya “apátridas deambulando por el mundo.”

d.— ¿Qué respuesta puede dar el Ministro de la Defensa Gral. Div. Fernando Ochoa Antich?. Sobre la negligencia (siendo benévolo) de tomar las medidas para informar la gravedad de los eventos en progreso al Presidente, al Consejo de Ministros y alertar a los poderes del Estado?

e.— ¿Dónde estaba y con quienes? entre las 11:45 a.m. del 3 de febrero de 1992 y las 3 a.m. del 4 de febrero de 1992?

f.— ¿Estaría con sus amigos y panas General Santeliz Ruíz y Ferdinand Altuve Febres definiendo qué hacer?, estos compadres son hoy fichas y fanáticos del chavismo. ¿Lo sabía?

g.— ¿Por qué le reasignó, directamente, cargos para unidades operacionales a los más conspicuos miembros de la rebelión y conspiración? (Complot, cobardía, ambición o trampa, pero que responda). Esta decisión personal de Ministro se sucede a los pocos días de asumir el cargo. ¿Qué extraña decisión precisamente con los rebeldes de febrero de 1992?

h.— ¿Por qué? No se presentó al Palacio de Miraflores con el Alto Mando Militar y, desde allí respaldar al Presidente y auxiliarlo en la toma de decisiones políticas y militares. (¿Miedo, compromiso con los notables o cabezas del otro golpe que intentarían?).

i.— ¿Dónde estaba el Alto Mando Militar, ¿que hacia?, ¿Cómo fue que desconocieron la orden expresa del Presidente de presentar a Chávez, por los medios, detenido y con declaración diferida?

j.— ¿Qué conoce el Ministro Ochoa Antich sobre el paradero de: Chávez (preso) el Gral. Santeliz Ruiz y Ferdinand Altuve Febres entre 6:30-10:45 a.m., horas de entrega del 4 de febrero de 1992.

k.— ¿Cómo fue que se autorizó a Chávez ingresar armado a la sede del Ministerio de la Defensa?

m.— ¿Qué expliquen el Gral. Ochoa Antich y los tres generales que almorzaron en privado con el rebelde Chávez?, ¿Cuáles fueron las razones para ese trato especialísimo, luego de los muertos que Hung Díaz reconoce ocurrieron en Miraflores y en la Casona en Caracas. Hubo muchos más, ciudadanos y soldados inocentes, en varias locaciones tanto en Caracas como en el interior.

n.— ¿Por qué? Gral. Hung Díaz (coronel entonces de mi total confianza y respeto).

• Sub Jefe de la Casa Militar, no me informó lo que también el Gral. Delgado Gainza le había comunicado sobre la movilización de las unidades del ejército en la mañana del 3 de febrero de 1992. El coronel Hung Díaz, era responsable, en mi ausencia, del operativo de seguridad de la familia presidencial y de la seguridad en todo lo relativo a la presidencia, tenía, importante consideración, dependencia jerárquica exclusiva del Presidente de la República.

• No fueron cumplidas mis órdenes expresas y por escrito, de mantener acuarteladas las unidades de la Casa Militar mientras el presidente estuviera fuera del país.

• No se comunicó y convocó al cuerpo de edecanes, Comandante del Regimiento de la Guardia de Honor, Comandante encargado del Grupo 4 (FAV), ordenó acuartelamiento y estado de alerta máxima a los miembros de la Casa Militar al enterase de la novedad.

• No me comunicó la situación que ocurría en Caracas con la información de la rebelión militar en progreso, (Suiza, Nueva York o por la red de comunicaciones con el avión presidencial FAN 1). Como en otras ocasiones por cosas simples lo hizo, al salir de giras con el Presidente le exigía información precisa y al momento, se mantenía comunicación directa (línea roja) con la presidencia donde esta estuviera.

• Tampoco el Cnel. Hung Díaz no me comunicó exactamente la novedad al llegar al aeropuerto (3 de febrero de 1992 a las 10:10 p.m.) y mucho menos abordó el asunto en mi traslado en su carro hasta mi residencia, por 20 minutos conversando de lo humano y lo divino, pero nada sobre la novedad cuando las unidades rebeldes ya estaban tomando sus objetivos físicos. ¿Qué puedo humanamente pensar y peor aún, cómo puedo olvidar?

Al general Hung Díaz se le olvidan las dos reuniones privadas que sostuve con su persona, el Coronel (Ej.) Marin Gómez, el Coronel (FAV) Amaya Chacón, Capitán de Navío Rubén Torres Leal en donde exigí información pormenorizada de la actuación de todos y cada uno de los miembros de la Casa Militar, por escrito, el único que las entregó, en un importante trabajo informativo, con fotos y otras declaraciones, fue el CN Torres Leal. Extraño pero cierto él no entregó lo solicitado. (Tarde piaste pajarito).

Una última pregunta a sabiendas que no habrá respuesta.

o.— ¿Qué? pueden argumentar, en su beneficio, el Alto Mando Militar y todos aquellos que conocían la movilización militar a nivel nacional desde las 10 a.m. del día 3 de febrero del 1992. Dentro de sus facultades debían informarlo al Presidente de la República a través de mi persona o de los embajadores de Venezuela en Suiza y USA, además del cónsul General de Venezuela en Nueva York, en esta última fase, donde el Presidente hizo una escala para abordar el FAV 1.

Más sorprendente aún, al aterrizar en rampa 4, lo que dijo el Ministro de la Defensa fue: “solo rumores como siempre Presidente." (Qué descaro). Hay testigos.

Finalmente, como de costumbre, cada vez que debo explicar y contar lo ocurrido en Venezuela a partir de la noche del 3 de febrero de 1992, ratifico lo que siempre he manifestado y tengo documentado.

“Esa noche las élites nacionales apostaron a ganador contra los venezolanos, se complotaron civiles y militares para tomar el Poder por medio de un “putch” militar como primera opción.”

Como consecuencia la democracia comenzó su degradación en peligrosa pendiente, cosa que los grupos radicales de izquierda (casi todos cavernícolas) esperaban desde el fracaso de la guerrilla marxista enfrentada por el Estado Venezolano bajo la presidencias de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni.

Hay muchos que califican mis intervenciones públicas, como frustrantes, carentes de liderazgo, cobardes y estúpidas. Otros les da arrechera. Que lamentable que hombres que argumentan el honor y los valores institucionales, se empeñen en descalificar en lugar de quitarle las caretas a quienes todavía están en la fiesta de disfraces.

Comparto extracto, muy reducido, de un informe llegado a Miraflores para el mes de julio de 1992. Como todos lo manejado por mi persona era informado y copias al Presidente, (uno de tantos):

"Debido a mis nexos con el Ejército para dichas fechas, puedo dar fe, pues fui testigo presencial de ello, de la extraña conducta asumida antes, durante y después de los sucesos del 4 de febrero de 1992, por los Generales Ochoa Antich, Carlos Santiago Ramírez y de alguien, quien por cierto poco se menciona en los relatos, Moisés Orozco Graterol."

"Lo cierto es que, tal como es de su conocimiento, Valencia fue una de las plazas donde se presentaron graves hechos como producto de la intentona golpista. Por mis nexos con la Universidad de Carabobo donde laboraban también radicales afectos a la izquierda y colaboradores con el plan desestabilizador, fui convocado a una reunión por el General Peñaloza donde aporté información importante que podía ser de utilidad para develar tanto el plan mismo como a varios de sus cabecillas. Sin embargo, con asombro observé que no se hizo absolutamente nada al respecto y por información que me fue suministrada por fuentes militares de mi absoluta confianza y credibilidad, la orden de no hacer nada 'déjalo así' o 'no te metas' provino precisamente de Ochoa Antich, Carlos Santiago Ramírez y de Moisés Orozco Graterol."

Como se dice coloquialmente: "Saquen sus conclusiones que lo que viene es joropo." Hay más nombres en archivo.
Saludos.

Mario Iván Carratú Molina

Referencias:

1 Mario I. Carratú (2009). Carta abierta al Presidente de la República: "De Conspirador" a Conspirador, publicada en la Internet 10 ene 2009.

Consejo Consultivo de la Presidencia de la República (1992). Recomendaciones del Consejo Consultivo al Presidente de la República; 1 de abril de 1992, Edit. Talleres del Congreso de la República mayo 1992. Caracas.

Aclárate. Publicado: 12-FEB-2010.

Carratú Molina es vicealmirante en retiro de la Armada Venezolana, fue director del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional; jefe de la Casa Militar y agregado de Defensa de la Embajada de Venezuela ante La Casa Blanca, Washington, D.C.

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